Sunday, August 24, 2025

A NINGUN SITIO

A NINGUN SITIO


ÍNDICE

TORONTO NO CREE EN LÁGRIMAS
Poemas insistenciales

A ningún sitio
Dos soledades
Tal vez
Puerto Príncipe
Lo que no aprendí en los libros
Foto de perfil
Llámala como quieras
Mi abuelo me contaba
Toronto no cree en lágrimas
Durut
Ponen
La visita
Como en los cuentos
A la tristeza
Cada día
El día menos pensado
Por el precio de uno
Idioma
Coraje
Mi corazón es una isla
Libros
Aquí y ahora
Mis hijos
Cosas que no diré a mi hijo
Autoayuda
Lucidez
Madurez
Ya
Entropía
Precisamente
Elección
Perspectiva
Las horas
Vivir
Imperfección
Adoquinóptero
El andén
Muebles
Desayuno con Nietzsche
Progreso
Ser
Polvo
Desapego
Viceversa
Profundidad
Vísceras
Aguardanzas
No
Antes de partir

EL HAMBRE DEL CORAZÓN
Poemas talamocéntricos

El espejo
Alérgico
Ya habrá tiempo
Deslechado
Oficio
Si ya está claro
Final de juego
De algún modo
El tren
Ardo por ti
Como es ella
Sudor
Trabalenguas
Percepción
Tiempos
Dixit
Cada uno de mis sentidos
La mujer que yo quiero
En una fuente de Montreal
Francés profundo
Linguistic problems in Quebec
La lengua que tú hablas
EQ
Poema esquizofrénico con motivo cursi
Keili
Berlindastrasse I
Eros y Thanatos
Iris
Otra vez Gatsby
Ella
Análisis
Esa
Cuarto menguante
Lo que me dijo un loco
Todavía
Envidia
Mismidades
Viejo amor
Muchacho
Distancia
Para esa vida que resta
Palabras, cuerpo, memoria
Singapurense
A estas horas
El que amanece contigo
Requiém
El hambre del corazón
Esas
Un cambio de hábitos
Antiterapia
A esa mujer
Mañana
Al menos eso
Tablas
Poema de amor a la mujer X201711A71M04D10
Te dejo ir
Soledad
Gracias
Pillow talk
Cual tus ojos
Hiperestimulación
Tan lejos como tu boca
Declaración de principios
Sin ir más lejos
Para llegar a buen puerto
Recurrencia
Paradigmas
Clasificado
Mercadotecnia emocional
Para tratar infartos vaginales
Mujeres
El tigre
Solución final al problema femenino
Matefrasis
Del mismo modo
Noche
Claridad

POSTMOFOBIA
Poemas antisociales

Hablando de democracia y de traiciones
Heteropatriarcado
Racismo
Coronavirus
En mi tiempo de vida
Tóxico
Homo covidiense
Poema propiciatorio para lograr una sinergia emotivo-corpórea en tanto prerrequisito al intercambio de fluidos con una persona menstruante
Tolerancia
Libertad
Triste
Armisticio gramatical
1989
Dicen
El Marx que no muere
Obras completas
Transcapitalismo
Tibiri Tabara
Postmofobia
La ley del payaso
Nada personal
Pasado
Kurdistán
La piel
Khaled
El miedo oriente
La condición humana
La guerra de los últimos días
Justo al medio
Armas
Cuba
Desobediencia
Donde duele
Como Saturno
La isla de siempre jamás
A sangre y fuego
Numismática
Afuera
Distopía
Corrección
Política
Estado
Cuba y sus amigos
Dinámica
Por un mundo mejor


TORONTO NO CREE EN LÁGRIMAS
Poemas insistenciales

A NINGÚN SITIO

He cambiado
tantas veces
de lugar
que mi vida
se me antoja
itinerario sin fin.

Las coordenadas,
longitudes y latitudes
empiezan a confundirse:
Cuba,
la Acadie,
Quebec,
Ontario,
España…
y siempre Cuba
de fondo,
mezclándose
con todo 
lo demás.

A veces
recorro sitios
que ya conocí;
otras,
me adentro
en territorios
completamente nuevos.

Supongo,
o más bien superpongo,
a mi mapa de recuerdos
sobre un viejo planisferio
etiquetado en tres idiomas,
y descubro
que, hasta ahora,
no he hecho sino
responder a circunstancias externas,
reaccionando 
siempre reaccionando,
sin derecho al cansancio,
sin tregua ni descanso.

Persigo un sueño
inalcanzable,
elusivo,
paradójico,
en la vasta inmensidad
de la América del Norte y Europa,
un viaje largo
y absurdo
que no conduce
a ningún sitio.

Y, sin embargo,
ese es el viaje
al que llamamos
“vida”:
un trayecto
que pareciera llevarnos
a todas partes
y, al mismo tiempo,
a ningún sitio.
@

DOS SOLEDADES

Desde hace dos años,
cada mañana,
en mi camino al trabajo,
podía verle.

Sobre Dufferin Street,
en ese cruce
donde empezaban treinta y cinco minutos
de marcha
hasta mi puesto de eslabón
en la cadena que produce plusvalía,
Eddy hacía lo posible
por aún sentirse útil
para un mundo que,
según él —¿o según yo?—,
difícilmente reconozca
como aquel de su infancia,
anterior a la mía
y, por tanto, más lejana,
cuando su más que graciosa majestad 
Isabel la segunda —esa anciana del billete—
era una joven moza,
además de una canción 
de los Beatles,
y Eddy un joven
en un joven país 
del Commonwealth
que reciclaba al imperio 
anglosajón.

Siempre decía
«Good moooorning»,
estirando la «o»
como se estira un chicle,
al saludar
a peatones
a cuyo auxilio acudía
mientras las luces cambiaban
una vez y otra.

Sentía gratitud
de no tener que estar en casa,
porque sabía
que la muerte comienza 
a rondarnos
cuando estamos inactivos.

Al principio
no reparaba mucho en él,
como no suelo reparar
en casi nadie
que me cruzo.

Ya no veo sus caras
cuando les miro hacer
ese gesto polite
de beatitud pactada
y decir
“good morning”
al primer bicho viviente
que se cruzan,
y yo 
ser ese bicho.

Así es mi vida
entre los anglosajones.

Sin embargo,
ese día,
cuando estaba a punto
de apretar en el poste
ese botón
que indica la existencia
de un peatón
con ánimo de cruzar,
Eddy se me acercó
y me dijo,
como aquel que comparte 
alguna confidencia:
«Today is my birthday»,
sonriendo.

No recuerdo qué le habré 
respondido;
sí recuerdo
que pude verme en él
con algunos años más
de los que ya he acumulado,
y sentí admiración
por ese hombre
que prefiere trabajar 
solo por no rendirse 
ante la muerte,
cuando muy bien podría
dedicarse a vegetar
y rascarse los huevos,
amparado por sus años
y un cheque de la ayuda
o, en su caso,
la pensión.

También 
sentí la tristeza
de ese hombre
que, en su casa,
ya no tendrá
quien le diga:
«Happy birthday».

Volví sobre mis pasos
y le traje de regalo
lo primero que encontré
y que pensé podía gustarle,
y me vi en su soledad,
la soledad
de alguien que,
teniendo tanto para dar,
no tiene a quién.

Dos soledades
y un cruce de caminos.

Muy pronto
mi rutina será otra:
no podré ir caminando,
por razón de la distancia,
hasta ese puesto de eslabón
en la cadena que produce 
plusvalía.

Espero sigas allí,
en ese cruce,
y que venzas a la muerte
por muchos años más.

Yo tampoco entiendo, Eddy,
el mundo que estoy viviendo.

En mi nuevo camino al trabajo,
voy a extrañarte, amigo.
@

TAL VEZ

Tal vez no logre ver
las cataratas de Iguazú.

Tal vez no pueda ir
a las pirámides de Egipto
ni a Teotihuacán.

Tal vez no me sea dado
viajar al Coliseo de Roma,
ni tampoco a la Gran Muralla China,
y ni siquiera volver
a aquella aldea de Galicia.

Tal vez no alcance a hacer 
el Camino de Santiago,
ni a montar otra vez
aquel tranvía de Lisboa.

Tal vez no pueda 
sentarme
junto a la boca del Tajo
a delirar que aún observo
pasar los barcos
en ese inmenso muro
salitreamente lejano
de La Habana.

Ha de dolerme, sin duda.

Son tantos los tal vez
opuestos a los quisiera,
que a veces me temo
que la muerte gane el pulso,

y es que hay que amar la vida
más allá de sí misma,
hay que vivirla,
hay que intentarlo mientras se pueda,
hay que beberla
como el más caro de los vinos,
como si el fin no existiera,
como si el fin no importara.
@

PUERTO PRÍNCIPE

Un tinajón:
lugar pretérito
y otra vez pluscuamperfecto,
desandando la memoria
dolidamente lejos.

La casa que luego vendimos,
ese patio donde siempre seguiré jugando.
La camisa ensangrentada de Agramonte,
en la vitrina del museo.
El sol a plomo,
las tejas españolas
que allá, y aún más allá,
mucho más lejos,
en España, 
llaman árabes.
Un tinajón:
Santa María del Puerto Príncipe,
Camagüey de mi alma,
Camagüey de mis primeros años.
Entierren mi corazón allí,
donde el amor de los abuelos
me cobija.

Entiérrenmelo allí.
Habrá de estar a sus anchas.

Un tinajón:
una piedrita que cae
y que, hundiéndose, naufraga,
se pierde en el agua del recuerdo,
en el mapa del afecto
sin un eco posible.
@

LO QUE NO APRENDÍ EN LOS LIBROS

Es complicado venir
de un país del que todos,
muy a favor o muy en contra,
parecerían tener
siempre alguna cosa que decir.

Es complicado porque, al final,
resulta que no puedes
siquiera ser dueño de tu historia.

Tal vez todo sería más sencillo
si dijera que vine
hasta el culo del norte
con el único propósito
de ver al venadito Rudolf
o disfrutar de la nieve.

No me dedico a hacer política.

No creo en izquierdas ni en derechas;
creo en cosas más simples
que no aprendí en los libros.
Me toca romperme el lomo
para que mis hijos coman.

Lo sé: desde tu cómoda posición
quizás te duela
que mi experiencia vital
no se acomode a tus sueños.

I’m sorry.
@

FOTO DE PERFIL

Imagino que sea madurez.

Un día te miras al espejo
y te percatas de que lo más grave
no es que tu pelo sea tanto negro como blanco
(y al decir blanco evoco 
a esa puta nieve sucia de febrero,
poluida por la huella de los carros)
ni que tengas unos lentes progresivos,
sin que ello implique 
una visión progresista del mundo,
ni las marcas en tu rostro,
ni el hartazgo por las miserias ajenas 
y las propias,
develadas por el paso y por el peso del tiempo,
sino esta dificultad 
tan manifiesta,
tan patéticamente manifiesta,
de esbozar una sonrisa completamente gratis
para una foto de perfil.
@

LLÁMALA COMO QUIERAS

La idea de Dios 
no se implanta en tu cabeza
cuando estás bien
y la vida te sonríe
con sus 32 piezas 
impolutas y blancas,
como el mejor comercial
del mejor de los dentífricos
en el mejor de los mundos posibles.

Se implanta, por el contrario,
y con toda su fuerza,
cuando te quitan 
todo lo que amas en la vida
y, aun así,
y muy a pesar de que no puedas 
encontrar una razón para seguir en pie,
una fuerza misteriosa
que no puedes desmontar, diseccionar
o al menos asumir racionalmente
(llámala Dios, llámala espíritu, 
llámala como quieras)
te impide derrumbarte.
@

MI ABUELO ME CONTABA

Mi abuelo me contaba
que su padre le contaba
que, en alguna de aquellas 
míticas cargas de la caballería
y en medio del caos y la barbarie
que van unidos al acto de matar o ser matado,
la imagen de un muchacho entre los otros,
los quintos del ejército,
cuya cabeza se había quedado 
colgando de su cuerpo,
cercenada por el filo de la muerte,
se había quedado en sus ojos.
Esa imagen nunca le había abandonado —decía.
Su padre fue uno de tantos muchachos
que, del otro lado de la guerra,
se lanzaron al monte allá en el año 95
para hacer patria.
Mi bisabuelo le hablaba con tristeza,
como aquel que se duele,
de los ojos de aquel chico,
la fijeza post mórtem de aquellos ojos,

y mi abuelo me lo contaba
como aquel que se asombra
de que, entre todos los muertos
que debió ver durante aquella guerra,
siempre el recuerdo de ese quinto
(el hijo de alguna madre enviado a matar 
o a morir en ultramar)
fuera precisamente
el que volviese a la mente 
de su padre.

A mi abuelo se le humedecían los ojos 
al hablar de su padre.

Se pensaría que una persona 
habituada a la sangre
debería hallarse inmune a sentimentalismos,
pero no necesariamente es así.

No eran monstruos:
eran solo seres humanos,
hombres enfrentados a situaciones
que tal vez nunca viviremos…
o tal vez sí.

Esto lo sé
porque mi abuelo me contaba
aquello que su padre 
alguna vez le contó a él.
@

TORONTO NO CREE EN LÁGRIMAS

Salgo a caminar
sin rumbo fijo,
sin un norte 
más allá de este norte,
y valga la redundancia,
dejo a mis pasos que me guíen,
me lleven 
a donde quieran llevarme,
me lleven 
a ninguna parte
y a todas a la vez.

En la primera avenida,
lo de siempre:
un carro detenido
impune y descaradamente
donde no debe
(sobre el paso de cebra);
los peatones debemos sortearlo,
esquivarlo,
dejarlo estar
y es tan común
que, si algún día me voy,
me temo que semejante conducta
(antisocial y torontesca)
será aquello que voy 
a asociar con Toronto.

La ciudad me recibe con sus piernas cerradas,
como una mujer renuente a la penetración,
y veo la propaganda de un celular,
y veo más:
distingo un individuo inclusivo
con la expresión 
del goce más
(sin valer o valiendo 
la redundancia)
exclusivo,
contempla 
ese aparato destinado
a establecer 
algo así como
una interrelación con alguien 
que esté a miles de millas,
mientras él, ella o elle
prestan la más mínima atención
(por no decir ninguna)
a la persona que tienen al lado.

Soy igual, lo sé,
no hablo desde una tonta 
ínfula de moral 
superiority.

En eso me he convertido,
en un adicto también,
como ese del cartel de marras,
en alguien que desea 
estar en cualquier sitio
menos este 
donde se encuentra,
y me da gracia el paralelo
que mi mente establece entre el cartel 
del que hablo
y los tantos que inundaban mi país
vendiendo, eso sí, otro tipo de producto.

Y de pronto me doy cuenta
que está claro
que para eso es la propaganda 
aquí y en todas partes,
que la vida no es mucho más que simulación,
y no puedo extenderme 
sin correr el riesgo
de recibir alguna nueva 
notificación del algoritmo
recordándome que esa palabra
puede ser, pudiera ser,
interpretada como 
discurso de o...
y los tres puntos inevitables 
y suspensivos.

De pronto tengo 
la tentación de pensar
que medio siglo de vida
no ha sido más que un error,
un estúpido error,
un viaje en círculo 
de un tipo de dictadura a otra,
pero tengo lo que tenía que tener,
la suerte,
la extrañísima suerte
de no poder recordar una vida mejor
que haya dejado atrás,
y por eso,
por ese pequeño 
detalle tan mezquino,
recupero un poco 
de gratitud por la vida.

Llego a Saint Clair,
tomo el tranvía 
que no se llama deseo precisamente.

Una mujer con un principio 
de deterioro
(aún tenue) de los hábitos
me mira,
me hace ojitos,
busca 
simpatía
(ese mínimo común denominador 
entre los seres humanos),
quién sabe cuánto tiempo 
hará que nadie le haya hablado,
mucho menos 
mirado a los ojos,
y yo no siento simpatía 
ni por ella,
ni por nadie,
ni por mí mismo incluso.

No soy tan bueno, ni tan humano,
desvío la vista.

Miro por la ventana, reconozco 
los lugares
donde estuvo 
tal o más cual 
pequeño o mediano negocio
de los tantos que la pandemia se llevó,
y miro de nuevo a mi alrededor.
La mujer ya se ha bajado a la altura de Dufferin,
trato de recordar cómo era la vida
antes de la ya no tan nueva 
normalidad.

Todavía hay personas que llevan la mascarilla,
por ejemplo esta pareja 
sentada frente a mí con su hijo,
todos correctamente mascarillados,
quieren ser 
los primeros
para cuando 
nos anuncien
que hay que ponérsela otra vez,
y no puedo menos que sonreírme amargamente
de esa estupidez humana 
que me incluye y condena.

Gracias a ser un paranoico
pude olerme con tiempo 
todo esto que vendría,
como un déjà vu,
aunque debo confesar
que un poco sí 
me trastocaron al principio
los miedos de confusión masiva.

Por suerte —pienso—
me queda inteligencia,
algo más que artificial.
Estoy listo para este nuevo
mundo ciberfeudal
que nos sirven en bandeja,
o al menos eso creo.

Podré sobrevivir de un modo u otro 
en esta whatever,
y vuelvo a estar feliz 
entre comillas y puntos suspensivos,
y se me recompone a duras penas
tanta amazing Canadian Beauty
que me invade
mientras me bajo de un tranvía
que no se llama deseo
ni tres puntos suspensivos.
@

DURUT

Hace ya mucho tiempo
acostumbraba a detenerme en este sitio de Marlee
a comprar pizza.

—Pepperoni —respondo al muchacho
que, con afable sonrisa de bazar del Medio Oriente,
me pregunta el tipo de slice que deseo—.

Es marzo y una nieve a destiempo,
breve y engañosa como un invierno indio,
da pie a un small talk sobre el clima.

De semejante diálogo
es que emergen respectivas procedencias,
y me entero que viene de la Persia
de la que habló Heródoto,
rebautizada Irán
por el padre del Shah,
ese maléfico huevo de la serpiente teocrático-islamista,
eje de toda 
resistencia, según los ayatollahs.

—Durut —le digo en persa—,
recibo su asombro,
y a mi turno
una (no pienso que fingida) 
declaración de amor
al valeroso pueblo
que me incluye en sus ojos ajenos
y al que respeta —dice—
por haber resistido 
durante tanto tiempo 
contra el imperialismo,
y me extiende la mano,
y se la estrecho,
y en ese punto comprendo
que he ganado una entrada gratuita
a una sesión de aikido verbal
mientras espero un slice que no demora demasiado.

Conozco más de su historia
de lo que él piensa que yo sé,
conozco lo que cuentan a los otros
y lo que dicen cuando no tienen que actuar
un personaje que se espera representen,
intuyo lo que dicen si están solos,
amortajados en sus miserias y dudas,
ambivalencias, remordimientos 
y ucronías retrospectivas,
y sé de todo eso
por la sencilla razón
de que es lo mismo que pasa
con todos esos pueblos
como el suyo,
como el mío
y como tantos otros
que tengan o hayan tenido la desgracia
de tornarse en un algo atemporal,
un símbolo febril a favor o en contra,
en una idea trascendente de un algo trascendente
para alguien que no tenga 
la más puta idea de nada.

Salgo ileso de la conversación.

Le explico que estoy —y no le miento—
contra todo imperialismo,
no solo aquel de marras
al que él hace referencia.

Evitar discusiones,
disfrutar una pizza,
dejar que los otros 
piensen como prefieran,
no dejar que estupideces 
te amarguen la existencia
son las cosas que se aprenden con los años.
@

PONEN

Ponen huesos,
ponen carne,
ponen piel
y, por no llamarle hardware,
llámanle cuerpo.

Ponen ideas allí,
ponen conceptos,
ponen nociones de bien y mal,
odio y amor,
ponen maneras de operar
y de vivir,
todo mezclado
y, en vez de llamarle software,
le llaman mente.

Ponen un beep
que activa a otro software,
un presistema preoperativo,
y nadie dice que sea el firmware;
solo sabemos lo que no es,
y por falta de mejor nombre
le llaman alma.
@

LA VISITA

Algunos años antes
de abandonar Cuba,
mi madre y yo
decidimos traer a mi abuelo
desde Camagüey,
donde había pasado toda su vida,
hasta La Habana,
donde vivíamos.

Mi abuela Sara había muerto recientemente
y pensábamos
que tenerlo con nosotros
era la mejor solución
para hacer su pena más llevadera.
Cuando finalmente logramos convencerlo
de que pasar un tiempo con nosotros
le vendría bien,
él no podía imaginar
que esa sería la última vez
que vería la casa
en la cual había vivido toda su vida
desde que se casó con mi abuela,
la misma casa donde mi madre había nacido en 1943,
la misma casa donde yo pasé
los momentos más entrañables
y extrañables de mi niñez.
Finalmente vendimos esa casa
algún tiempo después,
durante ese largo período que vivimos juntos
y cuando terminó por hacerse evidente
(incluso para él mismo)
que donde mejor podía estar
era con nosotros.

El tiempo creó un modus vivendi
en el que compartimos
la profunda tristeza de abuelo,
su deseo explícito de "descansar"
de una vez y por todas,
así como su increíble fortaleza,
la soledad de mamá,
pero también su sentido del humor
y su generosa integridad,
mi decepción prematura con la existencia
y mi deseo de largarme del país
que me había visto nacer.

Cuando dejé el país,
o mejor dicho
cuando el país me dejó ir finalmente,
mamá permaneció cuidando de abuelo
hasta que este murió,
y poco después murió ella.
Abuelo murió lejos de su ciudad,
pero al menos tuvo la suerte
de que mi madre cuidase de él
hasta el último de sus días.
Mamá no tuvo esa suerte.
Yo sólo vine a conocer
la gravedad de su estado
cuando ya era demasiado tarde
y estaba lejos, muy lejos.

Cuando pienso en la grandeza de mi país
pienso en cosas como esas:
un anciano que nunca simpatizó con la Revolución,
atendido fielmente hasta sus últimos días
por una mujer
que desde su juventud
se entregó a la construcción
de lo que le vendieron
como un mundo mejor.

Padre e hija.
Mi abuelo y mi madre.

Uno de nuestros parientes
se ocupó de la cremación del cadáver de mamá
y depositó las cenizas
en el cementerio de Camagüey,
donde también están abuelo y abuela.
La última vez que pude viajar allí,
sorprendentemente para mí,
tuve más interés
en visitar la casa de mi abuelo
que mi propia casa en La Habana.

Todos los vecinos me recordaban.
Pedí permiso a los nuevos dueños
para ver la casa por dentro.
Fueron muy amables
y me dejaron entrar
después de una breve explicación.
Digo los nuevos dueños
porque desde el tiempo en que la vendimos
había cambiado al menos dos veces de propietario.
Ellos entendieron y respetaron
que para mí,
un total desconocido para ellos,
esa casa representaba algo muy especial.

Nada era ni remotamente cercano a mis memorias,
con la excepción de la fachada.
La escrupulosa pulcritud de mi abuela Sara,
algo impensable
para quien viese el número 321
de la calle Raúl Lamar entre Bembeta y Desengaño
en su nuevo estado:
polvo, suciedad, depauperación por todas partes.
El soleado espacio del patio interior
convertido en una especie de barracón mugriento
producto de los avatares
de nuevos espacios de dormitorios
creados sin más criterio
que el de albergar más almas.

Ni una sola pared
sin tumores de humedad
ni cicatrices caprichosas en su superficie.

Ni una sola esquina
sin telas de araña.

El sitio junto a la puerta
donde estaba el sillón de mimbre de mi abuelo,
dolorosamente vacío.

La vida se impone, pensé,
en sus más arbitrarias formas de ser;
la vida se impone.

Los habaneros se van del país,
los provincianos se van a La Habana
y, si pueden y les dejan,
también se van del país.
Los habitantes de los lugares más miserables
emigran a los lugares menos miserables
que encuentran vacíos.

Así es la vida.
Un ciclo que no termina.

No tomé una sola imagen,
aunque mi idea original había sido esa
y para ello llevé una cámara.

Conversamos un rato amigablemente,
los nuevos propietarios y yo.
—¿Así que eres el nieto de Juanillo, el carnicero? —me dijo uno—.
Todos aquí lo recuerdan —precisó el otro—.
Fueron muy amables en todo momento,
como solo lo saben ser la gente de mi país.

Sentí una tristeza infinita
por mí y por mis recuerdos.

Los cubanos no tenemos el derecho
de que se nos elogie por nuestra nostalgia,
ese monopolio rioplatense,
o por nuestra saudade,
esa franquicia lusitana.

Eché un último vistazo
a la que había sido la casa de mis abuelos,
la misma casa donde mi madre había nacido en 1943,
la misma casa donde yo pasé
los momentos más entrañables
y extrañables de mi niñez.

Les dije adiós
y me fui.
@

COMO EN LOS CUENTOS

Hijos míos,
quisiera decirles
que el bien y el amor
van a triunfar
como en los cuentos,
pero no consta
y ni siquiera depende 
completamente de nosotros.

Lo que sí les diría
es que no olviden
que debemos vivir con esa idea:
que ese bien y ese amor
merecen su lugar en nuestros corazones.

Que prevalezcan allí
como en los cuentos,
y hacer de ese modo
nuestra parte,
nuestra pequeña parte,
la que dependa de nosotros,
porque así sea.
@

A LA TRISTEZA

A la tristeza,
déjala estar.

Sigue ocupado en tus deberes.
Coexiste.

Ella habita tu espacio
y tú habitas el suyo.

No te incomodes por su presencia,
déjala estar.

Se volverá a marchar
del mismo modo
que ha venido,
sin pedirte permiso.
@

CADA DIA

Cada día,
para que me duela menos,
iré dejando uno aquí,
otro allá,
tantos pedazos de lo que ha sido 
mi vida hasta hoy,
aparentando descuido,
olvido,
accidente,
confiando en que el azar
hará llegar
a quien le sirva
lo que ya no será mío
en el ómnibus,
el laundry
o en algún reciclaje del camino.

Y cuando al fin lo logre,
cuando al fin solo me quede
lo que pueda cargar sobre mi espalda,
no volveré a llenarme de pertenencias
que me desapertenecen,
me amarran,
me pesan.

Iré una vez más,
como en tantos naufragios precedentes,
diciendo adiós
a tantas y tantas cosas
que ya no puedo
ni quiero cargar conmigo.
@

EL DIA MENOS PENSADO

La nostalgia
de lo que no será
hábitame entre las sienes.

Ese amigo
al que jamás volví a ver,
esa mujer
a la que nunca pude amar,
el sitio,
el sitio aquel entrañable y querido
al cual nunca 
pude regresar.

Se desliza mi tiempo
como granos de arena
en la clepsidra.

Tan vieja mi nostalgia de futuro
como el sueño más viejo que recuerdo.

Lo sé,
habremos de morir,
ella y yo
habremos juntos de morir
abrazados a la nada
un día,
el día menos pensado.
@

POR EL PRECIO DE UNO

No importa cuántas veces te lo digas,
no había nada que hacer
excepto resignarte.

Igual te sientes culpable,
muy a pesar
de que algo en ti
te consuela
recordando
que tu madre
así lo hubiera preferido:

que tu hija,
que su nieta,
te tuviese justo al lado.

Hijo roto,
padre entero,
ambos dos 
por el injusto precio de uno
en el momento mismo de nacer.
@

IDIOMA

En ese arrullo,
con que mi madre me dormía en la cuna,
te oí por vez primera.
En esas tiernas palabras,
con que mis dos abuelas me contaban 
historias del tiempo de antes,
te escuché.
En los versitos del abuelo,
en los amigos del colegio,
en la gramática de primaria,
en ese primer amor idealizado,
te aprendí.

Idioma nuestro.

Algo hay en ti
de ese hidalgo cargando eternamente
contra molinos de viento.

Vivo, perhaps,
en el lenguaje de los anglosajones,
me exquisito, peut-être,
en esa exquisitez de los franceses,
pero solo tú
me tocas el corazón.

Hay una patria mayor
que es también matria,
el pasaporte sentimental
a sus fronteras
se llama lengua.

Lengua nuestra.

Algunos te llaman castellano
y tienen razón.
Otros te conocemos como español
y alguna razón también tenemos.
@

CORAJE

Hace falta tener coraje
si se quiere defender
que el amor no solo existe,
sino que además
es lo único que vale,
valió
y valdrá la pena,
y esto, especialmente,
si al final te quedas solo.

Es más fácil, sin duda,
aceptar que el amor no existe
o que no es más que un invento,
y que solo renunciando
a esas viejas ideas anticuadas
se puede ser libre,
o, como dice 
cierta autora muy aclamada,
completamente “libre”.

Hace falta mucho coraje
para decir a todos esos 
abogados del desapego y el hedonismo,
recordarles una y mil veces
que esos valores de la familia,
tan denigrados,
tan revisados,
tan cuestionados,
no solo existen,
sino que son la base,
aunque les pese,
aunque destruya sus teorías
de cualquier sociedad medianamente sana,
aunque, en tu caso particular,
no funcionase.

Es más fácil, obviamente,
aceptar que cualquier cosa
puede ser una familia,
como ya lo han demostrado científicamente
tal o más cual catedrático tertuliano
de esa tan renombrada institución
de cuyo nombre no quiero ni acordarme.

Hace falta muchísimo coraje
para llamar a las cosas
por su nombre y por su sexo,
sin importar que esas mismas
autoridades intelectoaberrantes,
todos esos ministerios de igualdades desigualantes,
los cancerberos de la cancelación,
siempre tan 
ocupados en definir,
dictaminar,
establecer lo correcto,
te clasifiquen como retrógrado,
reaccionario,
cavernícola
y, por supuesto,
fóbico a alguna cosa,
y eso, para mayor infamia.

Es más fácil rendirse a la no evidencia,
decir que una mujer no nace
sino que se hace,
y que lo masculino
no es más que un constructo,
y que está claro, cómo no,
una persona puede ser lo que decida.

Hay mucha gente, demasiada,
haciendo y recibiendo plata
a costa de esos nuevos,
prometedores e inclusivos
mercados emergentes.

Eso explica muchas cosas.
Explica, por ejemplo,
que aunque el rey vaya desnudo,
muchos elogien su vestido,
y explica que miremos a otra parte
cuando a los niños se les somete
al más descarado adoctrinamiento,
cuando se les inculca un dogma
uniformizante y mezquino
que se disfraza, para colmo,
de antidogma multicolor y generoso.

Hace falta tener coraje,
demasiado coraje,
para mirar de frente la mentira
y decir que sigue siendo mentira
aunque aparezca escrita
con hermosas palabras,
y aceptar en tu cuello,
con toda la dignidad del mundo,
una etiqueta que diga “mentirofóbico”,
pero ese coraje,
en nuestros días,
es lo que brilla por su ausencia.
@

MI CORAZÓN ES UNA ISLA

Fui rico sin saberlo.
Alguna vez tuve un abuelo
que me enseñó a afeitarme
y me contaba historias,
historias de su padre
y de esa guerra,
aquella que nos dio 
bandera y nombre de país.

Tuve, además, 
una abuela
que me explicó cómo tender la cama,
cómo doblar camisas para guardarlas,
y otra aún, para mayor fortuna,
que me enseñó de su arte
para hcer el congrí
mientras, bajito, 
canturreaba
las hermosas canciones
del tiempo de antes.

Tuve una madre
a quien debo el amor
por nuestra lengua
y el respeto a la mujer,
así como otros valores
de los que hoy pocos se acuerdan.

Y un padre tuve
que me mostró el misterio
del nudo en una corbata,
y me enseñó también
a desconfiar de lo obvio,
a mirar el mundo
más allá de su apariencia.

Tuve familia:
tenía hermano,
tenía primos,
tenía tíos,
tenía amigos,
tenía afectos,
muchos afectos
cuya ausencia me acompaña,
y todos ellos reales,
imperfectos y reales.

Todo lo que sé,
o creo saber,
y que les nombra,
tiene un lugar
en el mapa
de mi memoria afectiva.

Me dieron algo
que nunca me ha abandonado.
Algo intangible y hermoso,
un suelo firme bajo los pies
incluso cuando mis pies
graviten en el aire.
Algo como una patria
metafísica e intransferible.

Vivo en Babilonia la grande,
la orgullosa Babilonia,
pero mi corazón es una isla,
una isla dentro de otra.

Miro a los hombres
y miro a las mujeres deconstruidas,
son el último grito
de la ingeniería social.
Se sienten libres —dicen—,
no tienen ataduras,
familia ni pasado.
Son como un disco regrabable.
Solo futuro.

Tan pobres
que ni siquiera lo saben.
Yo fui rico
y no lo supe.
@

LIBROS

En aquella casa nuestra,
siempre a punto de colapsar
para un próximo ciclón,
solo hubo una riqueza material:
los libros.

Conocí el mundo
a través de ellos.
Viajé leyendo sus páginas
por el espacio y el tiempo.

Me enseñaron a amar los libros,
su diseño, su tacto, su olor,
todo eso que el ingenio humano
puso allí en cada página,
todas esas certezas
resultado del tanteo
y el error
de los hombres y mujeres precedentes,
todas aquellas verdades
que dejaron un día
de ser grabadas en piedra
para serlo en papel.

Donde quiera que fui
cargué con ellos.
Los libros pesan,
pesan mucho
cuando viajas o te mudas,
pero son esa familia
que quizá te han quitado,
los amigos que te esperan
al regreso del trabajo,
algo así como un espacio
que no pueden arrebatarte,
una especie de hogar ciertamente.

No son una mascota,
no tienes que alimentarles.
Son ellos, en cambio,
quienes pueden alimentarte
si es que encuentras
o te dejan 
el tiempo de leerlos.

Donde quiera que fui
los he comprado.
Me gusta perderme
en los estantes
donde aguardan los libros,
pero, y especialmente,
los de uso.
Son ellos mis preferidos,
mi secreta conexión
con un pasado
que no es líquido.

Duele mucho
deshacerte de un libro.

Las verdades que leerán
los que nos sigan
ya no serán escritas en papel,
ese “enemigo” del planeta.

Las verdades serán establecidas
por ceros y unos,
serán revisadas
por fact checkers asalariados,
corregidas, correctizadas,
actualizadas según convenga.

Ya no hará más falta
quemarlos
ni reciclarlos en pulpa.
Ese es el futuro,
el prometedor futuro.

Buen provecho.

Duele.
Duele mucho
deshacerse de los libros.
@

AQUÍ Y AHORA

Miro, desde el balcón,
caer la lluvia.

Yazgo horizontal
sobre una silla reclinable.

Ni soy ni estoy feliz,
pero está bien.

Estoy tranquilo.

Siento la humedad en el ambiente,
la respiro
y lleno de ella mis pulmones
y pienso que sería maravilloso
si la vida pudiera detenerse…

aquí y ahora.
@

MIS HIJOS

Yo tengo un corazón
con dos mitades.

La mitad más pequeña
viene a serlo
por una diferencia de tres años,
dos meses
y veintitrés días.

Nunca pensé tener hijos
hasta el día que los tuve.

Será uno de esos misterios indescifrables,
el porqué
y, muy a pesar de todo lo que se diga,
insistiremos siempre en reproducirnos.

Bien, ese misterio se llama Dios.

Nunca pensé ser un buen padre
hasta el día que lo fui.

Mis hijos despertaron
eso noble y generoso
que en mí dormía.

Fueron ellos, los dos,
quienes me dieron vida.

Hoy me pregunto
cómo fui tan ingenuo
de creer que mi existencia como persona
era un fin en sí mismo.

Mis hijos me liberaron
de mi propia libertad.

Por ellos luché
como un gato boca arriba.

Por ellos lo haría otra vez,
y otra vez más aún,
y todas las veces que fuera necesario.

Tengo un corazón
con dos mitades,
una suerte de motor
que despierta mis arterias.

Dos razones de vivir,
si es que aún hicieran falta.
@

COSAS QUE NO DIRÉ A MI HIJO

Del mismo modo que tú 
lo creerás en el futuro,
también yo creí
que el amor podía vencerlo todo,

pero me hicieron comprender
que estaba equivocado,
y fue un trago bien amargo,
aunque no llegó a matarme.

Debí recomponerme la sonrisa,
debí reinventarme las razones
y debí comprender
que solo ustedes, los dos,
me extrañarían,

y no tuve más opción
que llenarme de coraje,
perdonar
y perdonarme

para seguir viviendo.
@

AUTOAYUDA

Un libro de autoayuda
debería decir algo parecido a:

«Sabes, debes estar preparado
para afrontar
que aquella persona a la que quieras
no le importes un comino,

o que incluso,
importándole un comino
—y tal vez dos, pongamos—,
su cálculo personal e intransferible,
indescifrable
(desde tu limitada percepción
de esa persona),

respecto a aquello
que gana o pierde contigo,
sea brutal e inapelable,
como una bota en el orto.

No tiene sentido rendirse,
porque nadie aceptará tu rendición.

Poco vas a obtener
con tus manos levantadas
o una bandera blanca.

Es la vida,
así de simple.

Si quieres algo de verdad,
debes estar dispuesto a pagarlo
a su precio,
no intentar minimizarlo
ni regatearle al dios
de las causas perdidas.

Debes estar preparado para eso
y también para afrontar la soledad,
y no quebrarte,
ni tampoco renunciar
en la búsqueda de esa persona
que sea para ti,
aunque tal vez ni exista,

o refugiarte en la lógica enferma
de que solo (valga la redundancia)
es solución a no sufrir
el no quererte más que a ti mismo,
y convertir tu vida
en un perpetuo ejercicio
literal o sublimado
de masturbaciones cíclicas
hasta el fin de tus días.

Sí, debes estar preparado,
y que nada de esto
te haga perder la sonrisa
o te descorazone».

Pero los libros de autoayuda
difícilmente dirían algo parecido.

No pueden, sería absurdo.

Un sinsentido.

¿Quién habría de comprar
un libro de autoayuda semejante?
@

LUCIDEZ

Todo lo que amas morirá,
y tú también.

Sufrir por ello
es absurdo.
@

MADUREZ

Es cuando terminas
de firmar ese tratado de paz
(y no una tregua)
entre tus sueños
y la realidad.
@

YA

Ya no tengo tiempo de vida
para desperdiciar
pensando qué tan real
es esa realidad
de lo que siento.
@

ENTROPÍA

Guarda tus energías
porque, cuando 
se te pase la euforia
y despiertes 
con resaca existencial
verificando 
que el mundo
no cambia porque lo pidas,

el horario de trabajo
todavía estará allí.
@

PRECISAMENTE

Porque el cielo es más grande que papá,

es que el amor de tu padre
es más grande que el cielo,
hija mía.
@

ELECCIÓN

No puedes escoger
la vida que has de vivir,

pero sí 
puedes escoger
esa manera en la que vas a vivirla.
@

PERSPECTIVA

No es la vida quien te debe algo.

Eres tú,
y se lo terminas de entregar
cuando te mueres.
@

LAS HORAS

Uno transita las horas
en un viaje sin regreso.

Uno se va,
muriendo sin saberlo,
al apurar cada minuto
como quien bebe
una copa sin fondo.
@

VIVIR

Inolvidable amor
que no recuerdo.

El pasado que vuelve,
el futuro indescifrable
y el presente y el ausente
que tan solo permanecen.
@

IMPERFECCIÓN

Hombres perfectos
no buscan a mujeres,

ni buscan a los hombres
las mujeres perfectas.

Estamos a mano.
@

ADOQUINÓPTERO

Un adoquín
del muro entre los dos Berlines
ha dejado de volar
sobre el techo de mi cuarto.
@

EL ANDÉN

En la estación,
los pasajeros.

En el escritorio,
una nota.

Encima,
el libro de haikus.
@

MUEBLES

Sopor del analista
en el estío.

Inodoro y pecera,
el mismo mueble.
@

DESAYUNO CON NIETZSCHE

La talla del Superhombre
es el tamaño
de nuestra cobardía.
@

PROGRESO

Incuestionable el progreso:

del pozo del pasado
al abismo del presente.
@

SER

Una bola de billar
pensando al jugador.
@

POLVO

Retorno al aliento del polvo.

Ver desierto el sillón
y usted,
el retrato.
@

DESAPEGO

Sentarse
y desandar el desapego.

Tengo solamente dos opciones
y una moneda.
@

VICEVERSA

Toda herida
encuentra su cuchillo.

Todo pájaro
es su jaula,
y viceversa.
@

PROFUNDIDAD

Yo, que nací de un huerto
sin fronteras ni dioses,

debí crear al Dios,
al mismo Dios
que me ha creado.
@

VÍSCERAS

La noche se estira
como un gato.

Gemido entre las vísceras,
gemido electrodoméstico.

Penumbra cariciosa,
y caricia ella misma.
@

AGUARDANZAS

Como ese tango,
apuesto el cielo
y pierdo.

Con el alma coagulada
y sin aliento
aguardo a que regreses.
@

NO

El tiempo solo se ocupa
de pasar.

El tiempo no cura,
no es ese su oficio.
@

ANTES DE PARTIR

La nieve me habrá de herir
como me hieren tus ojos.
@


EL HAMBRE DEL CORAZÓN
Poemas talamocéntricos

EL ESPEJO

Se me ha roto el espejo,
nuestro espejo se ha roto.

Por un torpe descuido imperdonable
se ha quebrado en pedazos,
se ha caído y deshecho.

Más bien horizontal 
este dolor habita
desde el centro hasta los bordes,
y una grieta que se expande
dibujando cinco dagas
que me cubren 
la extensión
de unas casi cincuenta pulgadas 
por cuarenta.

Ya sé que no está bien
sufrir por cosas materiales.
Ya sé que, eventualmente,
volveré a comprarme otro, 
otro espejo,
donde quepa una mujer y un hombre
trenzados en el dulce comercio de la carne,
en la más que sublime agonía de un suspiro.

Ya sé que habrá otro espejo,
pero ya no estará más prisionero en el azogue
el recuerdo de mis noches y mis días contigo,
el recuerdo de tu pelo
como rienda de mis manos,
el recuerdo de las tuyas
en el brusco, en el urgente 
asidero de las sábanas,
el flamígero recuerdo
de mis inexcusables palabrotas,
y las tuyas,
el dulcísimo 
estertor de tus gemidos.

Todo eso existirá, a partir de ahora,
solo en la cárcel perpetua de mis sienes.

No obstante, me alegro
de que se me haya roto.
No lo podría cargar indefinidamente
en las próximas mudanzas,
ni habría querido 
venderlo
por todo el oro del mundo,
ni habría dormido tranquilo
ni conciliado el sueño
con el fantasma de ti 
gozándome la pinga
como una endemoniada.

Tengo un dolor más bien horizontal.
Ya sé que no está bien
sufrir por cosas materiales.
@

ALÉRGICO

Alérgico.
Alérgico a tu ropa.

No puedo soportarla;
me provoca escozor
y todo tipo de ansiedades.

No tolero tu vestido,
por muy lindo que te quede,
ni los ajustadores,
mucho menos tu precario blúmercito.

Todo.
Quítate todo.

Quiero que entres desnuda
y de un tirón a mis ojos.

Puedes vivir en ellos,
si tal cosa te place,
como te trajo tu madre
a habitar en este mundo.
@

YA HABRÁ TIEMPO

«y no sabes, amor, con cuánta sangre,
con qué amarga paciencia,
con cuánta fuerza para ahogar, yo olvido,
yo deshago mi sueño»
—M. Aguirre—

Ya habrá tiempo para volver
a ver tus fotos,
sin que duela el rojísimo 
encaje de tu bata.

Ya habrá tiempo de indagar
dónde ha quedado el pensamiento,
ese de mí tan tuyo,
lubricando tus entrañas,
tus piernas entreabiertas,
el terraplén de tus nalgas
y tu gloriosa grupa,
el atrevido escote
y el dibujo de ese valle
tu surco intermamario
donde se abren los volcanes,
tus paradójicos pezones,
taladrándome la córnea,
muy a pesar de tu vestido.

Ya habrá tiempo.

Ahora tengo que hacer
como que nada ha pasado.
Ahora me toca asumir
que no conozco a nadie con tu nombre.
Ahora me toca imaginar
que me he metido en la piel
de algún buen personaje
de un mal libro que leí
mientras viajaba en un tren
de no recuerdo desde
ni recuerdo hacia dónde,
que me he extraviado en un poema
a ningún sitio,
y estoy más bien confundido.

Ahora tengo que volver
a mis rutinas,
ser otra vez esa persona austera,
disciplinada,
habitando ese imperfecto del presente,
que me gusta mirar en el espejo
y volver a ser feliz
sin pensarte ni dolerme.

Ya habrá tiempo, lo sé.
@

DESLECHADO

Deslechado,
sin una gota de néctar en mis testículos,
felado sin piedad
por tu boquita de hacendosa
y buena niña de su casa.

Ordeñado de modo exhaustivo
por una diosa
y servido por ella.

Todavía me preguntas
cómo me siento
mientras sonríes
y, golosa,
te relames los labios.

Parecieras querer más en tu garganta,
pero no,
no tengo más.
Te lo has llevado todo.

Me siento como un globo aerostático
(más ligero que el aire, si se puede),
ajeno a todo
como un recién nacido.

Es esta la muerte,
esa pequeña muerte
de la que hablan los franceses.
@

OFICIO

Está más que permitido
colapsar de amor en un poema,
fallecer de pleniangustia en cada estrofa,
ser el niño de Guatemala
y alquimizar la tristeza
en un estilo de vida,

siempre y cuando te guardes
algo de coraje vital y clandestino
donde nadie te lo vea,

siempre y cuando no olvides
que, eventualmente,
a la vida habrá 
que hacerle frente
con los cojones bien puestos.
@

SI YA ESTÁ CLARO

¿Por qué,
si ya está claro que no has de volver,
que lo que pudo ser no fue,
que todo terminó,
que muchas gracias 
por tus desvelos,

por qué,
si ya me has dicho sin decir,
si ya me has dado suficientes señales
de que es mejor que estar así,
tan lejos como estamos,
tú sin yo,
yo sin ti,

por qué,
si incluso tengo la mejor voluntad
de dejarte tranquila 
por el resto de tus días
y los míos,

por qué (me pregunto)
es que siento esta certeza,
a todas luces absurda,
de que esto de los dos,
esta memoria sensorial apócrifa,
esta loca noción de conocerte
de toda la vida
no hace sino empezar?
@

FINAL DE JUEGO

En mi defensa puedo argüir
que todas esas palabras 
de amor que dije,
incluso,
y sobre todo,
esas que puedan 
sonar desde el hoy que nos ocupa
más descabelladas,
no las dije 
como quien dice una mentira.

Yo fui el primero que las creyó
desde el momento de pronunciarlas.
Suenan ridículas hoy,
pero el contexto es importante.

No hay nada que lamentar,
mi ex dulce amor.
Volé contigo,
fui tu otra ala,
no guardé nada para salvarme
mientras volaste.

Lo prometí,
¿recuerdas?
Lo prometí.

Cuando te dije aquello
de no dejarte sola mientras volases
era algo más que un lindo verso.
@

DE ALGÚN MODO

Quise decirte tantas cosas,
quise decirte «cuídate»,
quise decir «te amo, con toda mi alma»,
quise decir «nos volveremos a ver»
como si yo pudiera saberlo,

quise decir todo esto y mucho más,
pero muchísimo más,

y, sin embargo,
no pude,
simplemente no pude.

Un nudo se hizo dueño y señor
de mi garganta,
y sí,
supongo que, de algún modo,
uno tiene que despedirse.
@

EL TREN

El paisaje se aleja a toda velocidad.
Desde la ventanilla del tren
observo un raíl unirse a otro
y otro
hasta formar uno solo.

Vuelvo a casa.

No hace dos horas que te he dejado de ver
y ya fantaseo con la próxima ocasión.
Invento en mi cabeza
todo tipo de escenarios
que cualquiera en su sano juicio
descartaría por improbables.

No soy un pendejo de quince años.
No necesito que me expliquen
que uno debe enamorarse
solo si es cosa de dos.

Ya sé que puedo vivir sin ti,
pero no sé dejar de pensarte
mientras regreso.

Me duele tu risa
que no habrá de iluminar mis mañanas,
me duele tu dulce voz
que no estará en mis oídos.
Me duele aceptar la realidad.

Ya me reacostumbraré
a un universo sin ti.
Paciencia,
quizás logre 
desconfabularme.

Lo sé,
soy fuerte.
Mañana habré de estar trabajando en el taller.

De almuerzo,
esa comida que tú me diste preparada
para evitarme cocinar
cuando llegue cansado,
y tendré poco tiempo de pensar.

Menos mal.
@

ARDO POR TI

Ardo por ti,
y de tal modo
que mis manos no me brindan alivio,
ni puedo hallar sosiego
en esta blanca,
en esta hirviente 
lava que te nombra.

Ardo por ti,
sin ningún tipo de esperanza,
ni coartada,
ni disculpa,
como quemándome por dentro,
a fuego lento.
@

CÓMO ES ELLA

Ella solo pasea por los parques
y escribe —eso dice—
como quien busca excusarse,
y, sin embargo, miente:
no solo eso hace.

También, a distancia,
enhebra mi corazón con hilos de su alma
y me llena de alegrías
aunque no se lo proponga
o no lo sepa, incluso,
cuando veo sus ojos,
cuando en ellos me imagino,
cuando tengo el rojo ardiente 
de sus labios
quemándome la boca,
y en torno a mí su pelo,
su pelo desquiciante,
su verbo desquiciado
cuando intento descifrar
cómo es que era 
ella de niña hace ya muchos años,
o cómo es ella ahora mismo
cuando dejamos de hablar,
cuando me dice adiós,
cuando me envía un beso.

Cómo es ella al dormir,
cómo es ella al despertarse.
@

SUDOR

Ese momento
cuando, en mis sueños,
beso tu nuca
y me detengo en ella largamente,
como tratando de saber
qué tanto sientes.

Cuando me pierdo en tu pelo,
cuando, insensato,
pretendo ordenarlo con mis manos,
ordenarlo con mis dedos.

Cuando me hallo en tu blusa,
cuando me pierdo en ella,
y mi sudor, por una vez,
por una mágica vez,
termina siendo el tuyo.
@

TRABALENGUAS

No una, sino mil veces,
repetiría este humilde trabalenguas
que he creado para ti,
yo sí, lo haría
con el único propósito de verte,
y aunque no pueda verte,
reír.

Oh, mujer,
tus suaves manos,
manos que saben de piedras 
preciosas y de flores,
manos que escriben de amor,
manos que aman a un espejo,
espejo de una casa enloquecida.

Esa casa donde habita
una mujer llena de luz,
hecha de fuego
y de pájaros cantores,
surcada de terraplenes
y de aeroplanes,
donde camina desnuda,
donde vuela.

Qué hermosa idea es pensar:
espejeador, espejismado,
yo sí que ríes hasta perder el aliento,
y ríes,
ahora mismo,
porque no una, sino mil veces,
repetiría,
yo sí, estas 
locas palabras absurdamente sabias
hasta perder el aliento
con el loable fin,
el muy loable fin,
de que tu risa estalle.
@

PERCEPCIÓN

Desde que el mundo es creación,
algunos hombres,
aquejados de hembritis ulcerativa,
han sublimado su rencor hacia una equis mujer,
han confundido el singular con el plural,
con las mujeres,
y han inmortalizado sus miserias
en incontables letras 
de tangos y boleros.

Está claro,
la experiencia vital determina 
tu percepción del otro sexo,
y se desprende que,
si nunca te han amado
o si, en desdicha,
diste tu corazón
a una muy infausta sucesión 
de personas erradas y lamentables,
tu percepción del otro sexo 
no será muy edificante.

Cierto,
sólo un espíritu elevado
es capaz de distinguir
entre el árbol y una fruta podrida.

Salvando las distancias
y los géneros creativos,
es lo mismo que ocurre
con algunas de las más 
que prestigiosas teóricas feministas
en ese sórdido mundillo
que son las ciencias 
sociales.
@

TIEMPOS

Técnicamente hablando,
es cierto que el tiempo de nuestras vidas
en el cual deberemos por fuerza vivir en desamor
tiende a ser, cuantitativamente,
más que ese otro tiempo,
el luminoso tiempo
en que el amor penetrará en tu vida
haciéndote creer (si así se lo permites)
que esta vez,
no tendrá intención de marcharse.

Lo sé, lo sabes, lo sabemos:
todo no es más que una ilusión.

Y, sin embargo,
el poco o mucho tiempo,
técnicamente hablando,
en el que esté eso que llaman amor
habitando los segundos,
los minutos de tus horas,
será mucho más preciado,
será un tiempo mucho más insoslayable,
cualitativamente superior,
y nunca, pero nunca,
dejará de habitarte
como ese loco deseo
de una tierra
a la que siempre
soñarás con volver.
@

DIXIT

Nos quedamos en silencio,
aún desnudos,
o quizá a medio vestir,
eso no puedo precisarlo,
pero sí la recuerdo:
la luz en nuestra alcoba.

Y sí recuerdo que entonces,
con una voz muy baja,
como transfigurada en alguien diferente
pero igual,
por obra y gracia de la alquimia del amor,
o quizá volviendo a ser 
esa muchacha
de quien yo me enamorase tan locamente,
despojada, por su propia voluntad,
de toda máscara,
triunfando 
por unos breves instantes
en su lucha por ser alguien mejor,
y como hablando para sí
a pesar de estar yo 
en ese lugar
de aquel a quien se le habla,
en ese estado mental
del que descubre 
la mayor obviedad,
de quien se asombra
por algo tan supremamente simple
como que dos y dos son cuatro,
díjome exactamente estas palabras:
«Tú sí me quieres de verdad».
@

CADA UNO DE MIS SENTIDOS

Montada sobre mí,
cabalgando mi sexo,
en esa posición
que algunos estudiosos 
podrían definir
como Andrómaca invertida,
mi amante me observaba
por encima de su hombro,
satisfecha de verme,
fiel montura,
desde la esquina de su ojo.

Cada uno de mis sentidos
guarda un fragmento de ella.
Ninguna imagen global,
sólo fragmentos.

Si cierro mis ojos,
su imagen se dibuja en mi retina,
vuelve a poblarse mi cuarto
de su risa salvaje.

Si dejo hablar mis manos,
ellas me explican su seno derecho,
algo mayor que el seno izquierdo,
pero amado por igual.

Si es que hablan mis labios,
el sabor de su sexo
vuelve a rondar mi lengua.

Si tapo mis oídos,
si los abro,
otra vez sus gemidos me ensordecen.

Si es mi nariz la que huele,
puedo sentir su olor
y, muy a pesar de todo el mar
y tanta tierra equidistante,
sufro como animal en celo
separado de su hembra,
sometido al tormento
de un olor evocador 
y artificioso,
generado tan sólo
con el fin de enloquecerle,
como parte de un brutal 
experimento científico.

Lo sabíamos.
Lo supe.
Continuaría el deseo
después de que el ave de metal nos separase.

No hay solución a esto.
La vida real es la rutina de un salario.
No se puede vivir
para hacerse el amor
y compartir poemas.

Créeme,
no tengo el menor deseo de morir.
Quisiera vivir más,
vivir lo suficiente
para volverle a amar 
largo y tendido,
para velar su sueño
y preparar su desayuno
de café sin más azúcar que sus besos;

pero lo admito,
en ese instante pude sentir
que moriría feliz
con tan dulce jinete
regalándome sus nalgas
y su mirada vuelta en regocijo
sobre mi cuerpo desbordado.

No hay solución a esto.
La vida real es la rutina de un salario.
No se puede vivir
para hacerse el amor
y compartir poemas.
@

LA MUJER QUE YO QUIERO

Desnuda,
desvestida de su idea de ella misma,
la mujer que yo quiero puede ser,
puede no ser.

Con mis dos pies torcidos ante la esfinge
arriesgo un camino;
puedo perderlo todo.
Lo sé:
es el gran juego.

Si me detengo a pensar,
el animal notará el miedo
y sacará ventaja.

Desnuda,
desvestida de su idea de ella misma,
la mujer que yo quiero hace todo lo posible
por desalentarme.

Si intentas domesticar una yegua herida,
no deberá incomodarte su resistencia.
@

EN UNA FUENTE DE MONTREAL

En una fuente de Montreal,
muy cerca del viejo puerto,
lancé algunos centavos
para comprar mi deseo.

Desde todo punto de vista,
enamorarse como un estúpido
es una estupidez.

Quería amistad —me dijo—,
amistad que dure incluso
cuando no nos acostemos.

Bullshit.

Estaba tan imbuido
de nuestra muy elevada asociación
que ni siquiera el golpe pudo hacerme entender
la diferencia entre la excusa de un sueño
y la verdad mezquina.

Si crees en alguien ciegamente,
puedes salir lastimado.

Habito la impermanencia,
y la nieve cubre todo alrededor.
Sufro para adaptarme,
sufro y pago las consecuencias.

En una fuente de Montreal,
muy cerca del viejo puerto,
fui estafado por el dios
de los pequeños milagros.
@

FRANCÉS PROFUNDO

Era la madrugada de la Santa Ana,
y a una cortísima distancia de la Plaza
y a una muy larga de la Revolución,
la violinista de 19 años desplegaba sobre mí
su muy profundo conocimiento del francés,
francés profundo,
para elevar el espíritu,
para enseñarme algo más
sobre las fuerzas productivas.

No teníamos mucho tiempo,
pues en breve amanecía.

Cada mujer es un cuartel
para tomar por asalto.

Francés,
francés profundo.

Ella y yo festejábamos
el Día de la Rebeldía Nacional.
@

LINGUISTIC PROBLEMS IN QUEBEC

Mi vecina,
una hembra alucinante,
practicó el sexo ayer toda la noche,
o al menos una buena parte de ella.

Lo sé porque sus chillidos eran tan intensos,
tan penetrantes,
tan penetrados,
que incluso las personas del tercer piso
podrían escucharlos.

Ella puede lograr infinitas variaciones con su voz,
pero con toda humildad lo reconozco:
me fue imposible distinguir
si era francés o era inglés
lo que pasaba en su vagina;
perdón, quise decir en su cuarto.

Algunas veces era "deeper",
otras veces era un "oui".

Por suerte,
su pareja resultó 
ser más bien alguien discreto,
lacónico,
pongamos, casi ausente
hasta ese punto en que,
por suerte,
me dormí.

Gran problema ser alófono
en una sociedad bilingüe.
@

LA LENGUA QUE TÚ HABLAS

La lengua que tú hablas
habla de las cabezas que llevaron de trofeo
las legiones romanas al emperador Trajano.

La lengua que tú hablas
conoció discusiones bizantinas,
conoció la inclemente aparición de los turcos,
conoció al gran hermano soviético
y conoce la engañosa 
mansedumbre del mar Negro.

La lengua que tú hablas
tiene declinaciones que el latín fue perdiendo
en el Camino de Santiago,
no tradujo al Nuevo Mundo,
y en el país de donde vengo
nadie intenta dominarla,
excepto algún jinetero demasiado erudito
o el personal vinculado a la cancillería.

La lengua que tú hablas
es lo último que hubiese esperado aprender.

Pero hoy quisiera saberla
sólo para decirte de manera
que te suene tan íntima o cercana
como canciones de cuna 
del Conducător Ceaușescu,
que agradezco al buen Dios (ese en que crees)
todo esto que me ofrece
al poner en mi camino
una mujer como tú.
@

EQ

Es capaz de enseñarte a ser feliz
aunque no quieras serlo,
pero igual a las mareas
se plegará sobre sí misma
si intentas retenerle.

Es capaz de llenar de lujuria tus noches
y de amor también,
pero cuidado:
se burlará de tus poemas
porque no cree en las palabras,
se burlará de tu angustia
porque le aburre el dolor,
se burlará de ti
si buscas comprenderle,
y ello va en detrimento
de que pueda sentir 
tu poder
y esa inefable seguridad
que tanto necesita
su atribulado espíritu
para no deshacerse,

porque le gustas
sólo si permaneces tibio,
sereno, apacible,
como un paisaje de verano;
si más que perdonar
puedes ser indiferente
a sus miserias incontables,
a sus probables traiciones.

Si te muestras, pongamos,
dueño de ti,
hierático,
inflexible,
impertérrito,
sin asomo de duda,
cuando apliques sobre ella,
si así indicasen o indicaran
las circunstancias,
como argumento final,
inexorable veredicto,
tus cojones esterlinos
y la infalible doctrina
de la pinga de palo.

Macho alfa, en fin,
no macho beta
y mucho menos gamma.
@

POEMA ESQUIZOFRÉNICO CON MOTIVO CURSI

Teníamos tanto amor para entregar
y tanto tiempo que sobraba la prisa.

Era tan obvia la certeza
que olvidaron los objetos
su papel de rehenes retroactivos,
de sutiles artefactos de nostalgia.

No nos dejamos nada
para podernos amarrar
al más burdo fetichismo,
porque era todo tan sencillo
como habernos encontrado,
como secarte los ojos con besos sin palabras,
como sentir que el olvido
no podría alcanzarnos.

¿O es que soñé todo esto?

Le pregunto a las piedras,
a las pequeñas piedrecitas
en el camino del mar,
a los testigos mudos, discretos:
florecitas amarillas,
florecitas azules,
pedacitos de papel,
polvo del cuarto
y telarañas del techo,
sábanas que aún guardan un poco de tu olor,
si es que ellas saben
por qué te habré perdido.

La respuesta es brutal;
la encuentro en otra parte,
no en las piedras,
no en las flores,
no en los pedazos de papel.

¿Es así como son las cosas?

Los sentimientos exaltados
no toleran otro espejo
que ellos mismos.

Bajo tales premisas:
sentimientos compartidos
pero muy diferentes grados de exaltación,

el choque con la realidad objetiva
resulta inevitable
y queda el corazón sin adjetivos,
burda irrisión de sí mismo,
como un conejo muerto
en el sombrero de un mago.
@

KEILI

Este inútil poema habla
de una mujer a la que quise mucho más
de lo que pensaba
cuando, por suerte para ella, me dijo:
esto no va a ninguna parte.

Ella se fue para Europa
algún tiempo después;
ahora es muy feliz, según parece.

Pero en aquel entonces
era la linda guajirita
que recuerdo huyendo del destino provinciano:
ser la esclava de una casa,
un racimo de hijos,
un paisaje verde intenso
y vaquitas de fondo.

Ella siempre buscaba
una manera nueva de decirme
“am, Adrián, rabuja”
y otras cosas que he olvidado.

Yo le llamaba, simplemente,
la niñita querida.

No teníamos lugar,
no teníamos dinero,
no teníamos futuro;
la verdad es que resistimos bastante.

Durante más de un año
estuvimos implicados
algo más profundamente
que dos parásitos intestinales.

Cuando encontré un alquiler
para vivir La Habana juntos,
ya era tarde;
fue entonces que habló
y yo no supe retenerle.

Se sabe: una mujer
no es algo predecible,
se sabe,
pero aun así,
nunca estás completamente preparado.

Acordamos una tregua
y toda vez que volvía
yo esperaba sus visitas
como siempre,
como si nada hubiese cambiado.

Es un lugar común decir
que el rencor es una planta
que necesita cuidados,
y un día ya no quise
velar más mi parcela de odio,
y fui civilizado
y entendí que, en efecto,
ella podía dejar
y había dejado de quererme,
y que no sólo eso,
sino que incluso
no le iba a ir mal sin mí.

Es duro,
es fácil cuando le pasa a otros,
pero es duro.

Puedes bromear con eso,
pero en el fondo
te jode,
a pesar de todo el tiempo transcurrido,
a pesar de las mujeres
a las que quise después
y me quisieron.

Uno llega a asumirlo
con cierta filosofía:
las mujeres se consumen
hasta donde no hacen daño,
pero yo no era tan sabio entonces
y el dolor lo sentí físicamente.

Fue como si un Dios estúpido
me privase de entrañas,
y el dolor
no alcanzara a redimirme,
como contarle a otras mujeres
que no podía olvidarle
y entender que esperaban
el final de mi inoportuno desahogo
para seguir alimentándose,
cosechándome el semen.

Llegué incluso a llorar en público,
como un alcohólico
o un loco.

Keili, con su nombre de ciclón,
no parecía gran cosa.

La vi por última vez
poco antes de que se fuera;
yo estaba con otra mujer
y procuraba hacer las cosas correctamente.

No regresé a mi casa
hasta unos años después;
los alquileres resultaron
una aventura incosteable.
@

BERLINDASTRASSE I

Tú, tan expresiva como un muro,
tan distante como la esfinge,
tan ajena al sinsentido común,
y sobre todo tú,
imagen fija de un paisaje con aviones y pañuelos,

ya debes haber oído poemas de este corte,
poemas donde se habla de una mujer
y la trivial circunstancia de no poder tocar su culo.

Yo, ni siquiera estoy seguro
de que valga la pena,
pero insisto en esta calle,
obcecado como un topo,
como si aún me quedara 
todo el tiempo del mundo
para ascender a tu nariz
y contemplarte.

Berlindastrasse se extiende
más allá de tus ojos;
vivo en la décima casa,
justo al borde del delirio.

Sobre la cama de este cuarto
que construí para otros,
rodeado de pertenencias
que ya casi me despiertan,
nombro al objeto de mi deseo,
nombro al objeto
y procuro asir tu cuerpo
desnudado de palabras.

Febril y enloquecida,
como habitas en mi mente,
te conjuro a que aparezcas.
Una vez más,
la magia no funciona.
@

EROS Y THANATOS

Eran esos días
en que nos desnudábamos,
tu padre podía ser el paraguas y el revólver,
pero encontrarnos era el deseo y la imprudencia:
cerrar ventanas,
el balcón,
abrir suspiros.

Desliza el deshabillé,
la tarde asfixia
el émbolo que vibra en tus entrañas.

Casi al borde de tu cama
pienso en tus ojos,
una estela,
un secreto
y un planeta en equinoccio.

Espuma doblándome en el vientre,
las campanas y el silencio
de Eros y Thánatos.

Un día no volví más
y llovió sobre el mundo
desde entonces
el ácido,
el rencor
y yo estoy mudo
para decirte al oído
que esas tardes
me surcan a veces
la víscera latiente,
como esas balsas
y el vacío flotando
a la deriva
en la corriente del golfo.
@

IRIS

Se fue de viaje
y aún no ha regresado
la que era mi mujer.

Lloró en el aeropuerto
al despedirnos.

Yo no,
pero tampoco estaba,
lo que pudiera decirse,
exento de emociones.

La que era mi mujer
necesitaba fuerza
y yo debía darle
toda la que pudiese.
@

OTRA VEZ GATSBY

Si uno pudiera volver
al punto exacto
donde todo se hace una mierda,
y, en consecuencia,
esa mujer que nos quería un poco
dejó de querernos definitivamente;

el punto exacto
donde su boca pronunció
con todas y cada una de sus letras:
«no es mi problema si me quieres, lo siento»,
y no encontraste la dignidad suficiente
para callarte tu pobrecito,
tu lastimero,
tu miserable dolor,
y te extraviaste
en absurdas, entrecortadas, inútiles palabras,

¿podría ser diferente?
¿Serviría de algo?
¿Ayudaría al menos
a detener ese grotesco sentimiento residual
que se va por el tragante hacia la Nada?
@

ELLA

Pienso en una muchacha
a la que tal vez no vuelva a ver.
Pienso en una muchacha
a quien busco, casi sin darme cuenta,
cuando detengo mis ojos
en algún rostro.
Pienso en una muchacha
a la que tal vez sea preferible que no vea.

De todos modos, no depende de mí.
No sé incluso si desea volverme a ver.
Pienso en raras combinaciones de números
surgidas al azar de un billete de ómnibus.
Pienso en causas pequeñas
de pequeños fenómenos.
Tal vez causas pequeñas nos encontraron.
Tal vez causas pequeñas nos separan.
Tal vez hay un dios
que lee esas causas
en la palma de su mano.

Si ofrezco al Dios cristiano
creer en él a cambio
de que pueda volver a verle,
ese Dios no va a tomarme en serio.
¿Qué puede ganar Dios
en un negocio semejante?
@

ANÁLISIS

Yo sólo tengo el desierto
y no es una parábola:

analítico,
anárquico,
aplanado,
anacoreta,
anatemático,
analéptico,
anagramático,
anacrónico
y análogo,
anaquel anaranjado,
anacoluto,
anamorfósico,
anatómico,
analecta,
anal.

En cana sin una cana,
como una rana,
como badana sin la banana,
en primera plana,
como una anciana,
como su hermana,
o como una enana,
una campana de porcelana,
nada cristiana,
casi fontana,
menos manzana
y algo hortelana,
una membrana tras las persianas.
Cada semana bebo tisana.
Tú, mi villana,
mi cruel tirana,
me da la gana,
no doy la aduana
ni oigo la diana.
Con tantas ganas,
en caravanas casi paganas,
también mundanas,
algo livianas pero tempranas,
un poco ufanas por lo profanas,
cuando desgranas
así tú emanas,
nunca subsanas
aunque engalanas.

Mi querida Ana,
tienes cincuenta y una razones
para anarte.

Yo sólo tengo el desierto,
el estoicismo de Hierocles
y la duda y la esperanza
de tus ojos.
@

ESA

Muchacha linda,
como un pájaro que huye de la noche.

El amor es para ella
y pare de hojas.

El amor es–pera ella,
nadie sabe bien qué.

El amor ex–pira, igual
ella que todas las mujeres.

El amor es–pina.
El amor es pena saludable.

El amor es para noico,
y yo también.

Esa hija de puta
que me aúlla licántropicamente
a la luna,
a las dos
y a las tres.

Esa muchacha la vi–trina.
Esa muchacha la letrina.

Esa, la que gusta a todos,
y a mí también le gusta a todos,
y a mí tampoco gusta a nadie,
y ni siquiera a mí.

Sigo su rastro ocaso,
sigo su rostro acaso,
un lebrel afgano,
y pierdo,
poco importa.

El amor es para mí,
siempre lo mismo da a una puta
que a una santa,
donde el miembro erectado
y el alma son equis distantes.

Entre un hombre y una mujer
hay una puerta cerrada.
Entre un hombre y una puerta
hay un espacio.
Entre un hombre y un espacio
hay un abismo.
Entre un hombre y un abismo
existe,
y más,
persiste la palabra.

Muchacha linda,
como un pájaro que huye de la noche,
es una paradoja innecesaria.

Las mujeres no son su deseo:
hay que acostarse con ellas
y no con su deseo.

Amor trajeado yo de ti,
amor tajada tú de ti,
y tan típicamente,
como un orgasmo cultivado a fuego lento:

hábiles manos,
dedos,
cuerpo,
como una cama rota,
como un orgasmo,
pétalos y espinas,
como un orgasmo nunca del color de tus ojos.

Ponlo en el jarrón de la sala.
Cuidado:
no lo vean los vecinos,
mejor entre tus piernas
para que no se seque.

Nada más apropiado
que el calor de tus muslos
y esa tibia humedad de tu garganta.

Entre tu seno y el otro
están mis ojos.
Entre tu escote y mi escroto
está mi pene.
Entre tu sexo y mi boca
está el deseo.

Hay que saber aislar ese deseo tuyo,
hay que saberlo diseccionar,
hay que saberle sonreír.
@

CUARTO MENGUANTE

Era un cuarto creciente,
era un tiempo menguante,
de entrega aquí y ahora,
de urgencia insobornable.

Era la última vez que nos veríamos.
Tu avión no esperaría por nosotros.

Hace un cuarto de siglo,
en un cuarto de La Habana,
no sé cómo ocurrió,
pero de pronto no teníamos ropa.

Tu vestido de flores
desparramado en el piso.
Tu vestido de flores
desamarrado a tu cuerpo,
hundíéndose,
hurgando en lo profundo
y desde allí clamando a mí,
tan memorioso de esas flores,
amándolas,
amándote,
equivoco gerundio excusable,
dislexia de raíces,
aferrándose a la tierra,
la florecida tierra de la común memoria.

Ay, mi gata, mi gatesa...
como chillabas de placer,
con qué gusto relamías tu lujuria compartida,
con qué gusto me dejabas montarte,
penetrarte una vez y otra vez
hasta que el siguiente orgasmo nos separase,
con qué gusto me nombrabas “tu animal”.

No “tu dueño”,
no “tu príncipe”.
Simplemente tu animal.

Era la última vez que nos veríamos.
O al menos, eso fue lo que creímos
hace un cuarto de siglo
en un cuarto de La Habana.
@

LO QUE ME DIJO UN LOCO

No intentes demostrarle cuánto le amas,
mucho menos cuánto la necesitas.

Ella lo sabe,
pero dejó de importarle.

No compres flores.
Respira hondo.

No te cuestiones por qué te ocurre esto
si eres tan bueno,
si alguna vez
(y aún no hace tanto)
eran felices.

Por supuesto,
bajo ninguna circunstancia
le reclames aquello que hayas sacrificado,
o cuánto dejaste atrás por ella.

Eso sólo podrá hacerte daño,
y además no tiene la menor relevancia,
porque créeme:
si una mujer llega a asumir
que se merece algo mejor
que el hombre con quien se acuesta,
ya no hay bajeza que no pueda cometer,
ya no hay delirio al que no siga.

Dirá que ya nadie va a quererte,
se jactará de que no vas a poder vivir sin ella,
te gritará en su último portazo,
y vaciando sus pulmones de arrogancia,
que sólo por un error de Dios
es que ella estuvo contigo.

Tú, escucha sus palabras
como quien escucha caer la lluvia,
con la certeza de que al final,
eventualmente, terminará por escampar.
@

TODAVÍA

Casi la mitad de un siglo en mis costillas,
y todavía soy capaz de pensar
como un adolescente
en una mujer a la que apenas conozco,
de quien solo sé un nombre o dos,
y poco más,
muy poco más que eso.

Todavía soy tan pendejo
de poder alegar
que recuerdo haberla visto
en un remoto paraje de mis sueños,
que naufragué en sus labios hace miles de años,
que la busco desde entonces
sin alivio ni consuelo,
como si el mismo tribunal de mi inclemente razón
fuese capaz de absolverme,
como si fuera aceptable
tanta nostalgia del cielo.
@

ENVIDIA

Tu gato no lo sabe,
pero yo siento envidia
de su más que feliz y felina condición.

Él puede ser testigo de lo que yo solo intuyo;
puede acompañar tu soledad desde un rincón,
dormirse a tu vera,
a la vera de tu sueño,
esperarte hecho un ovillo,
escucharse en tu canción,
desperezarse al fin 
cuando regreses a casa.

Puede incluso maullar 
para decir: te he extrañado,
preguntarte cómo estás,
cómo fue,
cómo ha sido tu jornada,
cómo ha 
de ser tu noche.

Puede mirarte de soslayo,
y, cómplice,
escuchar tus profundos silencios,
tus sutiles alaridos,
ronronear de puro gozo,
ronronear complacido
mientras tú le acaricias
y le brindas tu amor.

Observa tu ropa 
aterrizar en los muebles,
y te ve andar desnuda
o a medio desvestir,
libre al fin de la farsa 
y miradas ajenas.

Impunemente puede engatusarte
y existir 
con esa dualidad
de ser otro
y tú misma.

Tu gato marca voraz
su innegociable territorio
al restregarse (todo él)
entre tus piernas,
al lamerte mimoso,
al dejarte su olor
y sus pelos.

Tu gato…
quien fuera tu gato,
tu amante gatuno,
para olvidar por ti
mis nocturnas correrías
por tejados y callejas.

No aceptaría castrarme,
pero sí podaría gozoso
mis espinas
para no lastimar,
y al final de una séptima vida
lamentaría aún el momento
de dejarte.

Tu gato no lo sabe,
pero yo siento envidia.
@

MISMIDADES

«No tengo miedo al invierno 
con tu recuerdo lleno de sol» 
—Falú y Dávalos—

Tu mismidad
y los recuerdos de ti
no son la misma cosa.

Ella, tu mismidad,
se habrá independizado
de mis recuerdos
en un punto del tiempo y el espacio
que no alcanzo a precisar.

Tal vez nunca vuelvan a sentarse
a la misma mesa 
de aquel bar tan nuestro:
tu mismidad,
yo mismo
y mis recuerdos de ti.

Por eso protejo tus recuerdos.
Levanto un muro de defensa,
un muro de piedras tan alto como alcanzo
para que tu impredecible mismidad
no me los mate.

Porque eso es lo importante,
lo realmente importante.

No que seas tú misma,
sino aquello que fuiste,
todo eso que fuiste para mí
alguna vez
y no hace tanto.
@

VIEJO AMOR

Como un golpe de luz,
así es tu recuerdo,
viejo amor de juventud,
de futuros insensatos e imposibles,
de promesas incumplidas,
de ilusiones que no fueron.

Tan ajeno a esta gris noción de realidad
que la vida nos graba con un hierro candente.

Mejor tenerte así,
en este no tenerte,
bañada de luz
como un ave en su vuelo.

Mejor reinventarte
en miles de ucronías,
bitácora infinita de saudades.

Como un río,
ese Tajo donde nunca nos vimos,
transcurre 
hasta ser mar, 
y ser océano 
ajeno a nuestra cita 
delirante y suicida.
Otro río, 
aquel entre tus piernas,
todavía me invoca
justo ahora 
cuando empiezo 
a transitar el otoño en mi camino.

Como luna creciente,
así es tu boca austral cuando sonríes.
Como erizo de mar,
así es el bosque de tu vientre.
Como el sol al mediodía,
así el calor que abrasa mi memoria
cuando yo me pienso en ti,
mi viejo y dulce amor,
junto a tu piel.
@

MUCHACHO

Muchacho,
que has estado esperando todo este tiempo
con tu carita de amigo comprensivo y sincero,
con tus gestos tan cuidados de cortesía almibarada,
con tu sonrisa atenta a su más mínimo capricho,

el momento tan injusto
en que esa hembra quede libre
para lanzarte sobre ella
como lo hace un lobo hambriento,
como lo haría yo mismo
si estuviese en tu lugar.

Muchacho,
que incluso tal vez ni existas todavía,
pero habrás de existir eventualmente,
no hay reproche posible.

Cuando yo la encontré,
ella estaba tan rota
que debí componerle su confianza
y sus sueños
con toda esa ternura que tenía guardada,
y un poco más aún
que inventé para ella.

Fue mía
y fui de ella
con una entrega in-so-bor-na-ble.

Sé que estás esperando.

No tendrás que curarle:
yo la curé con creces,
y ella a mí.

Muchacho,
haz lo que tengas que hacer,
pero sobre todo,
y por favor,
nunca,
pero nunca de los jamases,
le hagas daño.
@

DISTANCIA

Cada día se hará un poco más fácil
extrañarte un poco menos.

Hasta en esto debo darte las gracias;
hasta en este paradójico proceso
de desenamorarnos por común acuerdo,
de una manera suave,
pactada,
paulatina,
que pudiéramos casi llamar adulta,
minimizando el daño para ambos.

Distancia.

Yo no tenía el estómago preciso
para alejarme de ti de un día para otro.

¿Soy acaso un cobarde?
No lo sé.

Solo constato un hecho,
y es que va siendo más fácil,
tal y como lo pensamos,
lo planeamos.

Distancia.

Entiendo que pudimos disfrutar
de mucho más de todo eso
que creímos al inicio.

Entiendo.

Lo agradezco,
pero igual me cuesta un poco 
la distancia.

Me llevará su tiempo todavía
dejar de pensar
en si dormiste bien,
o si sentiste dolor al levantarte,
en si has comido
o si la estás pasando bien.

Distancia.

Me llevará su tiempo
no llamarte “mi amor”
u otras palabras similares
cuando te nombre.

Siempre voy a quererte de algún modo,
y esto,
muy a pesar 
de que cada día que pase
se haga un poco más fácil
extrañarte un poco menos.
@

PARA ESA VIDA QUE RESTA

Dieciséis meses
tratando de separarnos sin mayor éxito,
lamiéndonos las heridas uno al otro,
queriéndonos contra toda esperanza,
fue todo un récord.

Y bueno, finalmente
se impuso el sinsentido común
o un altruismo suicida de mi parte.

Yo declaro,
ante el dios que quiera oírme 
a estas alturas,
la muy tremenda obviedad
de que no siempre,
cuando una historia termina,
el dolor está prescrito
como único e inexorable precio
de haber sido feliz.

A veces es más la gratitud.
A veces parte de esa felicidad
no se evapora,
sino que se recicla
y permanece de algún modo
a tu lado,
sutil y misteriosa,
como un extraño perfume,
como un mantra de paz,
como una luz invisible para todos,
pero dulce, tangible y muy real en tu alma.

Ha de seguir allí,
sentada a tu vera;
ha de hacer más llevadero tu camino,
como un báculo de ciego,
una brújula,
un poema
o un café compartido en la mañana.

Ha de ser tu casi compañía;
sonreirás al recordar
cuando despiertes solo
y te mires al espejo
y reconozcas en ti
a ese hombre con el don
de inspirar sentimientos tan hermosos
en tan hermosa mujer.

Y sobre todo,
a ese hombre capaz de ser aún leal.

Y no has de pedir menos para ti,
ni habrás tampoco de aceptarlo,
pues no mereces nada
de menor calidad
para tus noches y tus días,
para esa vida que resta
y aún te queda por vivir.
@

PALABRAS CUERPOS MEMORIA

Palabras
que pasan a nombrar eso,
hasta entonces innombrado:
lo vivido,
lo sentido,
lo incorporado,
lo incorporeizado
con fuego
en la memoria del cuerpo 
despalabrado
que te busca.

Cuerpos desalienándose,
desextrañándose,
desentrañándose,
somatizándose
hasta dejar de ser el uno y el otro;
desmemuriéndose
para volverse unívocos 
a vivir.

Memoria
redescubriéndole al fin,
redescribiéndola
y reescribiendo
con el verbo
y por el verbo:

palabras,
cuerpo,
memoria.
@

SINGAPURENSE

Ese beso
con el cual una vulva bien entrenada y agradecida
despide a un falo en retirada,
pero algo renuente 
a partir del todo…

ese adiós tan delicioso,
tan despeinado,
tan bien partido…

ese no quererse ir yendo…

ese abrazo de la carne en la carne…

ese beso visceral de la entraña…

se conoce entre eruditos
como singapurense.

No se le ha de confundir
con el creole cocomandal
o la temible cangrejera bolivariana.

Se trata de una maniobra igualmente devastadora,
pero con algo…
un no sé qué…
de poesía.
@

A ESTAS HORAS

Mañana, a estas horas,
tocarás a esa puerta
con un suave sonido,
con un toque espaciado,
tal y como lo haces siempre.

Un toc… toc… toc…
poco más que imperceptible.

Abriré sonriendo,
como siempre lo hago 
cuando sé que eres tú,
y entrarás en mis brazos,
y el mundo volverá a ser hermoso.

Te quitaré el abrigo,
te quitaré la ropa,
te quitaría la piel si es que pudiera.

Dejaré que mis manos
se extravíen en tu cuerpo.

He de comer tus tetas de paloma
sin temor a indigestarme.
Dejaré que mi lengua
se entremezcle con la tuya.

Luego el cuarto,
luego el lecho,
luego la insobornable ley de gravedad.

Y allí, entre las sábanas,
cabalgaremos
hasta que uno de los dos no pueda más,
y finalmente encontraré sosiego.

Volveré a ser esa persona
llena de amor a la vida,
que no recuerda el dolor ni la amargura,
capaz de sonreír,
capaz de volver a amar…

mañana, a estas horas.
@

EL QUE AMANECE CONTIGO

Recordaré todo el amor
que me has dado
cuando ya no lo buscaba,
cuando casi había asumido
no merecerle.

Tú,
que sin duda deberías haberte encontrado
un hombre mejor que yo,
y que tan solo has recibido
la mitad,
o tal vez menos,
de todo eso que soy capaz de dar.

Ante ti,
no sé muy bien cómo excusarme
por ser, en tu experiencia de usuaria,
un producto defectuoso
que no se puede devolver al vendedor:
un hombre cincuentón y sin cuenta,
lacerado por la vida
y con cargas familiares,
para colmo.

Te he podido dar tan poco
y aún me dices que te basta.

Recordaré todo el amor
que me has dado
cuando ya no le buscaba,
y pediré a ese Dios
que está en los cielos,
aunque no creas en él,
que te provea de todo el amor
que no te pude devolver
por circunstancias ajenas a mi propia voluntad,

cuando esté lejos de ti,
cuando ya no nos podamos apapachar,
cuando sean demasiados los kilómetros 
para un abrazo,
cuando yo ya no esté,
cuando ya no sea más
el que amanece contigo.
@

RÉQUIEM

Déjame recordarnos
en ese punto
en que la vida
tomó la decisión de separarnos,
muy lejos aún
de ese tramo del camino
en que la pasión se extingue
y solo quedan cenizas.

Y acuso a la vida…
en realidad, por decir algo.

Déjame recordarte
en aquel cuarto surrealista,
como si un hada de cuentos
hubiese petrificado nuestras risas,
las comidas,
nuestro vino,
tanta complicidad,
nuestras tareas y obsesiones comunes,
los proyectos incumplidos,
la alegría de vivir
que uno al otro remendamos
con paciencia y cariño.

Déjame recordarme
como si aquel disfraz
que me ayudaste a crear
para alguno de mis locos aquelarres
se me hubiese quedado incorporado a la cabeza
y ya nunca más hubiera podido removerlo.

Déjame recordarte
en tus guitarras colgantes de Babilonia,
en tus versos,
tu café
y en tantas pequeñas cosas
con las que acostumbrabas asombrarme
sin ton ni son,
tan a menudo,
y que siempre me dejaban intrigado
de que a ti se te ocurriese 
mejor que a mí
lo que podía servirme.

Déjame recordarnos
en tus besitos de buenos días,
que ya no llegan,
y siempre voy a echar de menos.
@

EL HAMBRE DEL CORAZÓN

Es una triste verdad
que buscar es la mejor manera
de no encontrar nada.

Es esta la lucidez
que nos aporta aceptar
que no tendremos aquello que nos falta;
aquello cuya ausencia
podemos incluso llegar a olvidar.

La gente lo disfraza de mil maneras,
pero el hambre del corazón persiste,
y está allí,
como el polvo bajo la alfombra.

El amor es una extraña serendipia.

Al hambre del corazón
no se la puede saciar
con migajas.
@

ESAS

Me gustan las mujeres,
las de ovarios bien puestos,
maltratadas por la vida
o, al menos, curtidas,
bien curtidas por ella.

Esas,
las rotas,
las rehechas,
las que tienen alguna historia
que contar de redención personal e intransferible.

Mujeres
que conozcan el precio,
a veces justo
y a veces tan injusto,
del amor.

Mujeres
que estén dispuestas a pagarlo.

Respeto sus cicatrices,
me conduelo en sus miserias.
Me gusta aprender
de lo que hayan aprendido.

Esas,
las que vienen de vuelta.
No me acuesto con pendejas.
@

UN CAMBIO DE HÁBITOS

Todo es cuestión de desacostumbrarse,
un cambio de hábitos,
una nueva rutina.

Por ejemplo, esta mañana,
sin ir más lejos,
al despertarme
tuve aún como el eco de tu nombre.

Ya sabes,
soy un zombi si me falta el café,
y soy no sé muy bien qué cosa
ahora que ya me faltas
a tiempo completo
y sin ningún atenuante.

Procuré levantarme de la cama
con el fin de preparar el cafecito
que nadie nos traerá,
ya que el criado Jaime (no sé si te conté)
sigue de vacaciones.

Pero, instintivamente,
busqué el teléfono
mucho antes de poder llegar 
a hacerlo (levantarme)
y… nada.

Ningún mensaje tuyo.
Ni siquiera por error,
ni siquiera borrado.
@

Nada.

Durante el resto del día
me consta
que habré de hacerlo varias veces
con distinto pretexto
pero idéntico fin:
buscar el puto teléfono
a ver si tienes algo nuevo que decirme.

Pero sé que no habrá nada,
y ni siquiera estoy
lo que se puede decir triste;
solo digo lo que intuyo.

Tal vez mañana
y el día después de mañana,
y ese que venga después del día después de mañana,
volveré al mismo ritual,
hasta que tu carita,
en alguno de esos tantos 
mañanas venideros,
no represente más
que una de tantas caritas
en el infame libro de las caras.

Y yo…
solo un idiota
que no cree en los milagros,
pero a veces los espera.

Todo es cuestión de desacostumbrarse.
@

ANTITERAPIA

Termina de asumir
que no está mal
necesitar de alguien,
extrañarle si no está,
sufrir su ausencia
si esa persona te falta.

No se está enfermo por eso.
No sientas vergüenza.
No te autoayudes.
No te inmunices de la tristeza.

Acéptala:
es tu adversaria existencial,
y lucha (sí, por supuesto, lucha)
contra ella,
porque debes vencerle,
ganarle a pulso.

Pero no seas tan arrogante,
tan comepinga,
tan poca cosa
como para suponer
que ella no debe existir.

Porque ese estado 
de beatitud postmoderna,
aséptica,
emoticona,
sonripendeja,
no es sostenible
y ha de pasarte 
la más vil de las facturas.

Lo normal (si es que hay algo normal)
es que la gente se necesite
los unos a los otros
la mayor parte del tiempo.

Es eso,
y no otra cosa,
aquello que te hace humano.
@

A ESA MUJER

Si por alguna de esas casualidades de la vida
usted se la encontrase,
no me juzgue,
no malgaste su tiempo.

Yo tampoco puedo darle una razón
de por qué he dedicado un poema tras otro
a esa mujer,
ni cómo pudo,
con tan poco,
tan poquísimo 
esfuerzo de su parte,
volverme a hacer sentir 
cosas de adolescente
en la quieta inquietud,
en la modorra 
post-relativa del otoño.

Solo me le dice,
por favor,
que una parte de mí
se lo agradece.
@

MAÑANA

Mañana,
cuando estés encamada con otro
y yo descubra una mujer cualquiera
entre mis brazos,

puede pasar quizá
que de repente,
de pronto,
out of the blue,
como quien dice,
lleguemos a acordarnos
el uno (sin) del otro.

Es posible,
totalmente irrelevante,
pero sí,
es muy probable
que ese eco en la memoria nos visite:

eco de lo pasado,
de un tiempo ausente,
que no va a servirme de nada
ni a ti tampoco.
@

AL MENOS ESO

«Con este amor clavado en mí
como una maldición.»

En mis horas de vigilia
no hay nada que te recuerde.

Hace mucho
que perdí la costumbre de buscarte,
de indagar cómo te ha ido,
incluso de preocuparme 
si estás bien
o, al menos, de si estás.

Sufrí mucho por vos,
mucho más de lo que puedas imaginarte.

Transité cada metro de dolor,
cada tramo de calvario,
luchando contra mí mismo
al obligarme a desear para ti
toda esa felicidad
que nos quitaste 
en alas de otro amor,
abrupta,
casi alevosamente,
en el momento en el que más ardía
eso que luego tendrías a bien definir
como un tórrido romance.

Algunas mujeres
que hayan sufrido un aborto espontáneo
después de haberle dado incluso nombre
a la criatura que no llegó a nacer,
después de haberle dormido entre sus brazos
cantándole alguna nana
en un futuro destinado a no ser,
podrán darte una idea.

Tratamos de ser amigos:
lo intentamos,
no pudo ser.

Fue meritorio el empeño,
pero hay cosas que nos trascienden.

En mis horas de vigilia
no hay nada que te recuerde.

Tu nombre es un eco muy lejano
de alguien que conocí,
de una mujer a la que amé
y que tal vez también me amase
antes de sacar sus cuentas.

El resto es historia antigua.

Sé que no hay nada en ti de esa persona,
que ha llovido mucho,
como en la tarde gris
de aquel último tango.
Sé que no hay nada.

Solo cuando me duermo,
de vez en cuando,
apareces.

Mis ojos al cerrar
te ven igual que ayer
y volvés a sonreír,
y volvemos a cebar
mucho más que mil besos,
mucho más.

Volvés a devorarme
con esos ojos tuyos 
que al mirar acarician.

No,
no quiero que aparezcas en mis sueños.

No tenés mi permiso para estar.

Y si acaso no podés dejar de hacerlo,
al menos vestite, por favor.

Al menos eso.
@

TABLAS

Qué regalo me brindas
al entregarte así,
tan limpia,
tan entera,
tan hembra,
y no dejarme otra opción
excepto amarte,
mujer,
excepto amarte.

Y mientras te piensa 
exhaustiva mi mente,
divaga y vuelvo a ser martillo
hundiéndome en tus grietas,
y vuelvo a estar en ti,
volvemos a ser uno,
en este mismo sofá
donde ahora juegan mis hijos.

Excluyendo la cama de dormir
donde el resto de mortales 
usualmente se aparea,
hicimos el amor en cada sitio
que se pudo
de esta casa.

Atado a mi su cuerpo,
atado al suyo el mío,
volamos,
hay que aceptarlo,
aunque sea un lugar común,

ardimos como la vela
y el fuego
sin llegar a consumirnos.

Fui Odiseo sin amarras
y dejé atrás mi barco,
y olvidé mi reino.

Me entregué a la sirena
y cantamos sus canciones
mientras tuvimos aliento.

Fui devorado palmo a palmo
por su hambrienta,
por su amorosa boca,
fui devuelto a la vida
y no la quiero sin ella.

Qué cosa tierna
verte en el fondo 
de sus ojos que acarician
y escuchar su hermosa voz
nombrándote,
pidiendo 
entre susurros más amor,
papi,
más amor,
todo el que tengas
allí donde la bestia y lo divino
son ya uno
y para siempre
sin dejar de ser dos,
hombre y mujer,
como al principio.

Qué circunstancia deliciosa
sentirte tan viril
como un potro salvaje
machiembrado a su yegua enfebrecida
y a la vez tan pequeño
y a la vez tan frágil
como un niño
al que su madre 
da cobija en el abrazo.

Qué gramática feliz
amarte así,
rotundamente,
en el pretérito perfecto (no puedo decir menos)
compuesto (por nosotros)
del modo indicativo
y no en ese elusivo,
nebuloso,
antipático,
tiempo pluscuamperfecto
del modo subjuntivo.

Lo declaramos tablas, amor,
lo declaramos tablas.
@

POEMA DE AMOR A LA MUJER X201711A71M04D10

Mujer equis dos cero uno siete 
once á siete uno eme 
cero cuatro 
dé diez:
como tú bien decías,
si queremos a alguien,
ello implica muchas veces
tener que apartarnos
si sabemos que no será feliz con nosotros.

Yo he cumplido mi parte,
mujer equis dos cero 
uno siete 
once á siete 
uno:
busca,
lleno de esperanzas,
miro en otra dirección cada vez que se cruzan 
nuestras miradas,
y no es que te tenga miedo,
ni mucho menos,
mujer equis dos cero 
uno,
va arrastrándose entre espinas,
eme cero cuatro dé 
uno diez
se quedó sin corazón,
pero sí,
me tengo miedo.

Como dos perros, mujer,
como dos perros 
tendrían que echarnos agua,
agua caliente, mujer,
como dos perros,
para poder separarnos.
@

TE DEJO IR

Hoy ya lo puedo decir:
que al fin te dejo ir
en paz y sin duelo.

Nuestras horas de amor
han dejado de hacer sombras
en los muros de mi mente.

Los días en que ese espacio común
era habitable y habitado
anochecieron.

Son un lejano rumor
en su trayecto hacia el olvido.

Silencio casi,
espejismo de futuro,
cicatriz del pasado.

No hay otra mujer.

Mi soledad
se estira como un gato
para que le acaricie.

Ya no huyo de ella.

Puede quedarse
todo el tiempo que desee.

Hoy terminé por entender
lo que hace rato debía:
que no puede hallarse vida
en un cadáver.

Buen viaje hacia la nada, amor.

Te dejo ir
en paz y sin duelo.
@

SOLEDAD

Dije a mi soledad:
no te esperaba,
no te he echado de menos,
no pensé volver a verte.

Tonto, mil veces tonto, —respondió—
yo no soy una mujer de carne y hueso.

Puedes llamarme tu sombra,
si eso te place,
tu mismísima sombra llamarme puedes.

Nunca habré de abandonarte,
nunca,
y muy a pesar de ti.

Yo siempre estaré a tu lado.
@

GRACIAS

Me basta que estás ahí afuera,
en algún sitio,
exactamente tal y como has siempre 
habitado mis sueños,
los más indomesticados,
los más hermosos y absurdos.

Que eres palpable,
corpórea,
que podrás ser entre mis brazos,
que ocupas un lugar 
cuantificable del universo.

Que aún podré mirar tus ojos
y verme allí,
feliz,
un hombre quizá mejor
o al menos,
más que posible,
real
en ese jardín secreto 
de tus pupilas.
@

PILLOW TALK

Con afecto me enseñó su juguetico.
Así le llama a su pequeño 
y casi tierno consolador.
Lo guarda celosamente
en la mesita de noche.

El inglés tiene esa magia en la sintaxis.

Pillow-talk
no podemos traducirlo de manera literal
sin que al hacerlo 
"hablarlo con la almohada"
se nos antoje insípido,
aséptico,
más bien soso y poco sugerente.

Nada que ver
con la estructura aerodinámica
de este objeto faloide,
vibrátil,
de prominente curvatura,
que, para colmo de virtudes,
tiene un color rosado.
Algo entre Fuchsia y Barbie Pink.
En esa gama.

"Nice to meet you" —dije al partner 
secreto de mi amiga.

Ella y yo, los dos, reímos.
Su partner guardó silencio.
Ella siguió mostrándomelo en cámara.
Notables las consabidas
y típicas venas
de un miembro suplente 
masculino en erección.

¡Wow!

No pude no asombrarme
del avance en la tecnología
orgasmopropiciatoria de punta.
El progreso no tiene límites
o, al menos, pareciera no tenerlos.

Me pregunto si llegarán a incorporarle alguna vez
un botoncito
que active la grabación de una voz,
una voz tierna que diga "I love you".
Y claro también la opción
para cambiar de idioma.

Me sentí miserable cuando,
con lujo relamido,
me describió a una a una
todas las velocidades 
que puede desplegar el juguetico.

Llegó a confesarme
que la última speed
era tan, pero tan intensa
que, al menos ella,
no podía soportarla.

Y es lo peor —me dijo—
después ya no se siente lo mismo
con lo que un hombre real
puede brindarte.

Amiga mía,
a un hombre real
no lo puedes guardar 
en la mesita de noche.

Puede llegar a tener
tres o cuatro 
velocidades como máximo.

Para colmo eyacula,
discute,
se tira pedos y ronca,
pero al menos es real,
te abraza por la espalda
después que terminan
y si te quiere de verdad
te alentará
cuando sientas 
que te rompes en pedazos
o que no puedes más,
y si tienen un hijo
podrá llamarle "papá"
sin esperar a que una voz 
grabada le responda.
@

CUAL TUS OJOS

Tantas veces lo habremos dicho
que en cierto punto
parecería francamente banal
volver a repetirlo.

Cierto.

La misma frase,
las mismas cinco letras,
no importa cuánto fueron ya usadas
y en ese mismo preciso orden sintáctico,
apocalíptico,
paradigmático,
nos vuelven a decir,
intentan expresar eso que sólo 
ellas pueden.

Es esa la magia
de haber sido verdad todas las veces.

No leas más de lo que dice
cuando yo digo que te amo.

No soy Dios,
sólo siento las cosas
y me ocupo de escribirlas
del mejor modo que sé.

No puedo demostrarlo científicamente.

No encuentro una mejor manera
que estas toscas,
dulces palabras.

La misma frase,
las mismas cinco letras
en nuestro idioma
para contarte la palpable 
sensación
de que es hermoso el mundo,
un lugar tan hermoso
cual tus ojos.

Y quizá un poco menos.
Definitivamente un poco menos.
@

HIPERESTIMULACIÓN

Vivimos en un mundo
lleno de estímulos
tan, pero tan magníficos
que trascienden nuestra condición humana.

No podemos renunciar a ellos,
como una droga,
pero tampoco podemos dejar de anhelar
ese algo tosco, natural, silvestre
que en algún punto del camino
hemos perdido.

Todavía te preguntas
por qué la gente se deprime,
se suicida por nada
o es cada día más insatisfecha con todo
y más floja.
@

TAN LEJOS COMO TU BOCA

Como un muñeco de cuerda
estoy parado en el medio de mis obligaciones
cuando no sé de ti.

Me siento incómodo sin razón aparente,
volátil e irascible
como una mujer menstruante.

En teoría,
el operario 
de una máquina de imprimir serigrafía automática
no debiera tener más pensamientos
que aquellos relacionados con su empleo.

Y sin embargo,
no me puede importar menos
todo aquello que normalmente me importa.
No es tu culpa
ni la mía.

No quisiera extrañarte
pero te extraño.

Ni me quejo tampoco,
sólo informo de este hecho
a las instancias pertinentes.
Te informo
por si un día se te ocurriese pensar
que no te pienso.

Me dedico a tejer anagramas
con las letras de tu nombre
mientras mis manos ejecutan
la operación mecánica
y repetida hasta la náusea
de colocar la prenda
que habrá de ser impresa
de inmediato
en la paleta
que impaciente me espera
para recomenzar su frenética danza.

Es incómodo tener la mente lejos del trabajo.

Se necesita la atención
de que ahora mismo carezco.

Mi cabeza está tan lejos,
tan lejos como tu boca,
sorteando el precipicio de tus labios.

Aquí se le conoce a tal estado mental
con el aséptico nombre de dependencia afectiva.
Allá lejos
tiene un nombre más vulgar.

En cualquier caso
voy a tener que poner de mi parte.
@

DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS

Y sí,
por escrito lo confieso,
me erotiza mucho más (pero muchísimo más)
ver tu blúmer colgando,
cara al sol,
mudo testigo de humedades,
detonante perverso de innombrables fantasías,
puesto a secar con sus huequitos consabidos,
casi, casi imperceptibles,
diminutos,
indiscretos,
provocados por el uso de tus días 
y tus noches,
por el tiempo
y sucesivos restriegues de rigor
en una gris lavadora 
rusa y más que rusa,
soviética,
por no decir antediluviana.

No me creerías, amor.
Lo sé, lo acepto, entiendo.

Seguramente pensarás
que ya deliro,
que me falta algún tornillo, tal vez dos,
que aún no he visto esa hermosa lencería
con finísimo encaje,
esa muestra tan perfecta de seducción erectógena
adquirida por ti en algún descuento
de tu boutique favorita
y que guardas tan celosamente
para ocasiones especiales,
para aquel afortunado al que permitas
habitar de polizón en alguna de tus noches.

Soy de la vieja escuela.
Quizá deba decir retrosexual
para poder entendernos,
ya que la fiebre de la taxonomía
está de vuelta en ese espacio intaxonomizable del deseo.

Soy anterior a la industria del pornomegapixel,
no me cuido las uñas,
y me importa un comino
lo que se pueda estar llevando 
este verano.

Dentro de este humilde cuarto
sólo se estila la carne 
violentamente desnuda.

Desvístete,
tengo hambre.
@

SIN IR MÁS LEJOS

¿Dónde se encuentra ese límite impreciso
entre el poema y eso otro,
lo impronunciable,
lo indecente,
lo meramente vulgar,
lo (...) explícito?

Me faltan las respuestas,
aunque puede existir en mi defensa
una especie de hilo conductor,
una pequeña y diminuta piedra,
después otra
y aún otra
quizás hasta llegar a ser camino,
hasta llegar a ser costilla
y un vacío a mi costado.

Y es que en todas y cada una
de esas palabras
que he escrito
sobre,
bajo,
dentro
y aún más adentro
(hasta perderme en su médula,
en sus huesos,
y en la más última de sus células)
y afuera, ¿por qué no?,
también afuera y en torno,

acerca de las mujeres que nunca tuve,
que me quisieron,
a las que quise,
y esa a quien siempre 
voy a amar,
a la mujer sin ir más lejos,

hay siempre una pregunta,
una implícita pregunta por su alma.

No es sólo carne,
aunque haya sido
y aunque sea carne 
también.
@

PARA LLEGAR A BUEN PUERTO

La triste realidad
es que si amas a una mujer
probablemente terminarás por perderla,

porque para amar a una mujer
no bastan los sentimientos.

A veces también se necesitan,
para llegar a buen puerto,
la astucia de una alcahueta veterana,
el desapego relativo de un maricón
y la maldad de un macarra.
@

RECURRENCIA

De un sueño:
la flamígera puerta,
la herida palpitante,
el caricioso tajo
abierto al sur de tu monte,
también llamado de Venus.
@

PARADIGMAS

Mantenida como una reina,
adorada como una diosa,
follada como una puta.

Tales son tus paradigmas de bienestar, mujer.

Haré lo que pueda
con semejante trilema.
@

CLASIFICADO

Esmerado cunilingüista
busca empleo
a destajo
en tu monte de Venus.
@

MERCADOTECNIA EMOCIONAL

Si tienes mucho que dar
y lo haces a manos llenas,

la inmensa mayoría de la gente
asumirá
que eso que ofreces con tanto amor
no vale nada.
@

PARA TRATAR INFARTOS VAGINALES

Hágase el muerto.

Espere a que termine
de desahogarse el animal herido.

Escúchele en silencio,
no pretenda soluciones.

Sólo escuche.
@

MUJERES

Todos sus cuerpos, todos,
turnándose bajo el tuyo
para llevarse
un poco de alma
en cada eyaculación.
@

EL TIGRE

Se regocija en tu vientre
la luz de las persianas.

Un animal rayado
sobre el lecho,
duerme.
@

SOLUCIÓN FINAL AL PROBLEMA FEMENINO

No puedes guardar el agua
que se escapa entre los dedos.

Temes perder a una mujer,
ya la has perdido.
@

MATEFRASIS

Mientras ensillo un mate,
mi mente divaga
y vuelvo a ser metal
hundiéndome en la yerba,

y vuelvo a estar en ti,
volvemos a ser uno.
@

DEL MISMO MODO

Me imagino
que de ese mismo modo
en que aprendieron los judíos
a vivir con la triste,
la dolorosa consciencia
de que el templo 
ya no existía,

me imagino
que también,
del mismo modo,
aprendí a vivir 
yo sin ti.
@

NOCHE

Vivo en el sueño
de una mujer dormida.

Vivo en su sueño
y cuando se despierta,
muero
y aún renazco otra vez
en cada una de sus noches.
@

CLARIDAD

Ella lo dejó claro:

iba sólo a tener
lo que alcanzara con mis ojos:
las migajas de su alma,
la herida de su vientre.
@


POSTMOFOBIA
Poemas antisociales

HABLANDO DE DEMOCRACIA Y DE TRAICIONES

Si en ejercicio
de su derecho
autodestructivo 
e inalienable,
la mayoría decide
que la llamada democracia,
también conocida pomposamente
como gobierno de la mayoría,
ha dejado de ser preferible
a la no democracia,
¿no sería acaso 
esa, su más 
que antidemocrática 
y fatídica decisión
una decisión 
inciertamente
democrática?

Oops…
Ciertamente es un riesgo.
Los cambios demográficos importan.
La erosión de una idea también.

Lo pregunto,
me lo pregunto
porque la idea del gobierno
de la gente,
por la gente
y para la gente
no fue creada por un dios,
fue resultado de mucha sangre,
ríos de sangre,
guillotinas de sangre.
No responde,
en modo alguno,
a un instinto de las masas.
Tal vez esto,
que hoy pueda parecer un absurdo,
impensable,
inconcebible,
sea el futuro resultado
de un presente
que ayer
tan solo ayer
nos hubiera parecido
no menos absurdo,
impensable,
inconcebible.

Y, mientras tanto,
nos hablan
y escuchamos
lobotomizados,
afásicos
hasta la mierdula
de tanta social media.
Nos dicen,
por ejemplo,
que la democracia no es perfecta,
pero que es 
la menos mala
de todas las opciones
y dicen los que definen,
los que cortan el bacalao,
los amos de nuestro mundo,
que la democracia es esto,
es aquello,
es lo otro,
y lo de más allá.
Dicen tambien
como no podía ser menos,
que aquello que no les guste
es un peligro,
no para ellos, que conste,
sino un peligro para eso
lo que sea que ellos llamen 
democracia.

Es una hermosa idea.
Vive y muere
en la boca de todos.
Ocurre 
con las palabras
cuando devienen absolutos 
consensuados.
Se las usa
de un modo casi universal.
O, mejor,
nadie se atreve
a no usarlas.

Y es que 
se puede recitar
un poema de amor a la democracia
mientras se la destruye;
se la puede desvirtuar,
deconstruir la democracia,
desdemocratizarla,
convertirla en un nombre 
vacío y altisonante 
de diez letras.

Imagina una cebolla
a la que empiezas a quitar
una a una sus capas.
Cuando termines de hacerlo,
¿podrás seguir hablando aún 
de una cebolla
si solo existe
como ausencia
en ese vacío
de esa mano
donde una vez estuvo?

Pienso en eso
y en la cínica frase de Erdogan
sobre aquel tren
del que uno debe apearse
al llegar a su destino.

¿En qué momento
deja una democracia
de ser democracia?
¿Estaremos viajando aún
en ese tren
o lo habremos perdido
y viajamos,
por el contrario,
en una simulación del multiverso?
@

HETEROPATRIARCADO

«Honrarás a tu padre
y a tu madre.»
—Éxodo 20:12—

Engendrado
en el cínico hastío
de los cafés parisinos,
donde filósofos decadentes
sueñan reestructurar el mundo
a imagen y semejanza
de su propia podredumbre,
fue concebida esta criatura
dada a luz
en el inmundo pesebre
de las universidades yanquis.

Apadrinada
por intereses
de las grandes finanzas,
utopistas eugenésicos
y filántropos millonarios,
fue bautizada esta criatura
hoy ya crecida.
En su franquicia
de victimidades lacrimosas
y diversidades esponsoreadas,
replicadas,
maximizadas al infinito,
todos tienen cabida.
Todos, 
menos esa 
extraña figura
que llaman heteropatriarcado.
Curioso eufemismo
para referirse
al padre de familia,
rezago y recordatorio
de tantos y tantos siglos
de prepostmodernismo.

Siempre hará falta
un enemigo.

Él es el culpable —dicen—
de todos los males
habidos y por haber.
Cuando desaparezca —insisten—
ya no habrá más injusticias
en el mundo.
Cuando desaparezca —y esto,
por supuesto, no lo dicen—
ya no habrá mundo
tal y como
alguna vez
lo conocimos.
@

RACISMO

«History is not there
for you to like or dislike.
It is there
for you to learn from.
And if it offends you,
even better.
Because then you are less likely
to repeat it.
It's not yours to erase.
It belongs to all of us!»
—Allen West—

A mi pequeña hija
le han dicho en la escuela:
«la gente blanca
ha hecho mucho, muchísimo daño
a la gente negra».

Intentamos explicarle
que eso ocurrió en el pasado,
que hay gente buena,
que hay gente mala,
que hay gente regular,
no solo entre blancos o negros,
sino entre todas 
las personas,
todas las razas,
todos los seres humanos.
Ella se nos quedó mirando
sin comprender mucho.
Obviamente,
no tiene la edad para entender.

El mal está hecho.
Nuestra criatura
ya tuvo que aprender
por boca de su maestra
lo que puede aprender
con esa edad.
Resumámoslo así:
TODOS los blancos
son malos y opresores,
TODOS los negros
son buenos y víctimas.
No culpo a la maestra,
ella solo repite
lo que el gobierno exige que repita
si es que quiere trabajar de profesora.

Y sí,
las mismas autoridades
que tanto se desgañitan
declamando sobre el abuso infantil
pueden llegar a abusar
mentalmente de los niños.
Y sí,
es mucha verdad
todo eso que pueda hablarse
de los horrores
en la trata de esclavos,
pero decir solo una parte de esa verdad
equivale a decir una mentira.
Y sí,
es cierto que los pueblos europeos
aprovecharon la esclavitud
de la raza africana,
inicialmente establecida
por sus mismísimos reyes
con el fin de mantener
a los invasores árabes
contentos y lejos.
Y sí,
es cierto que el comercio triangular
magnificó la tragedia
de esos hombres encadenados
y que su sangre
fue el combustible
para la inmensa maquinaria del capitalismo.
Y sí,
no deja de ser cierto
que el negro como tal
es una abstracción del hombre blanco
al que solo el cautiverio
hizo hermano del otro.

No puedes culpar
a los reyes africanos
por hacerse la guerra unos a otros
y llevar a los cautivos hasta la costa
con el fin de cambiarlos
por otro tipo de mercancía.
En su mundo,
esas eran las únicas reglas posibles:
cazar o ser cazado.
Los mismos que vendían esclavos
terminaban por ser vendidos
si resultaban derrotados
en la siguiente guerra.
El revisionismo histórico
puede llegar a resultar contraproducente.
Al socialismo corporativo,
también llamado capitalismo filantropista,
los negros le importan tanto
como le importan las mujeres,
como le importan los gays,
como le importan los inmigrantes.
Es decir,
no les importan como personas,
sino como esa masa
moldeable y manipulable
que sirva de bandera
en los disturbios
cuyas causas ellos mismos promueven.
Les importan como víctimas perpetuas
de cuya urgente redención
aparecer como arcángeles justicieros.
Les importan como clientes,
como hashtag,
como coartada.

Así funciona el zoológico humanista.

Todo este simulacro
de justicia retrospectiva
que sufrimos
deja mucho,
pero muchísimo,
que desear.
No se eliminará el racismo
hasta que dos personas
puedan sentarse a hablar
sin que el color de su piel
sea un problema,
alguien lo ha dicho
y tiene toda la razón
pero está claro
que al menos eso
no se logra por decreto;
más bien
se logra todo lo contrario.

Con la excusa
de eliminar el racismo,
la corrección política
parece alimentarlo al infinito.
@

CORONAVIRUS

Ya lo viste antes.

El acaparamiento
en situaciones de crisis
es un instinto humano,
demasiado humano.

Ya lo viviste antes,
no deja de ser cierto
que la tinta de imprenta
en una publicación
puede llegar a ser
(si bien algo,
digamos, heterodoxo)
otro modo
de inculcar
en las masas
la cultura.

Paciencia.

Nada se va a arreglar,
paciencia
(el mundo que conoces
se está reinventando),
paciencia
porque al menos
(y con un poco de suerte)
volverás a abrazar
a tus hijitos.
@

EN MI TIEMPO DE VIDA

Todavía puedo recordar
que, siendo niño,
viajaba en tren
sin un adulto
y eso no era un problema.

No conozco a ningún padre
que hoy en día
pueda dejar a sus hijos
sin cuidado
en la esquina de su casa.

En mi tiempo de vida
he podido ver,
sucesivamente,
el colapso del imperio soviético,
el deterioro del sueño canadiense,
la destrucción del modelo español.
Me falta por ver
el final del imperio americano.

No soy uno de estos intelectuales
que se masturban con el caos
y se imaginan
que el mundo
puede ser 
deconstruido
una vez y otra vez
sin afectarles.

Trabajo de operario,
nadie paga mis facturas
y me cago en la madre
de la Escuela de Frankfurt.
@

TOXICO

Tóxico.
Soy un hombre tóxico.
Lo tengo como orgullo
en un mundo
tan trivial
como pendejo.

Creo
en la amistad
y en el amor.
Me importo con la gente.
No fluyo.
No soy ligero.
No me percibo
como otra cosa
que lo que he sido,
soy un hombre,
y vivo
en un mundo
digital
de ceros y de unos,
de me gusta y corazoncitos
pero el mío
sigue aún y seguirá
latiendo
en su modo
analogico.

Estoy
hasta la madre
de pleases y de thank you-s,
de eufemismos,
mentiras
e ingenieria social.
No quiero
ver el futuro,
ya he visto bastante.
Seré feliz
de no ver más
de eso que tengan
asignado para mi
las muy cabronas parcas.
Moriré
y todo el que me recuerde
ha de morir poco despues.
El tiempo es relativo
y no hará gran diferencia.

Los millenials
heredarán la tierra.
@

HOMO COVIDIENSE

Un prójimo
se encuentra en tu camino.
Lo miras
y él te mira.

Tu boca y nariz
se encuentran libres
del infame barbijo,
aunque, en modo profiláctico,
lo mantengas aún colocado
por debajo de la línea del mentón.

Tu prójimo,
en cambio,
esa persona frente a ti,
no solo hace gala de un barbijo:
tiene, incluso,
para mayor gloria del virus
unas gafas protectoras
y, por encima de todo 
este conjunto de atuendos,
lleva una lámina
de plástico acorazado y transparente
similar a la sección antimotines
de cualquier institución 
represiva
en nuestro bello mundo 
poscovidiano.
Así lo han nombrado
esos mismísimos medios
de desinformación masiva
que han trabajado tanto,
pero tanto,
por mantenernos 
en vilo
día tras día
y en estado 
de pánico perpetuo.
Ya nos dieron permiso
de habitar
esta flamante distopía.

¡Disfrutemos!

Si nos portamos bien
todo habrá de volver
a ser como era antes.

Bueno… no del todo.

Tu prójimo
nunca se quitará
el barbijo,
ni las gafas,
ni la lámina de plástico.
Será enterrado
con ellos
cuando muera
en la próxima pandemia.
@

POEMA PROPICIATORIO PARA LOGRAR UNA SINERGIA EMOTIVO-CORPÓREA EN TANTO PRERREQUISITO AL INTERCAMBIO DE FLUIDOS CON UNA PERSONA MENSTRUANTE

Persona menstruante,
vaginopropietaria:

déjame acercarme,
como quien 
no quiere la cosa,
a tu corporalidad,
en tanto definición aceptable
para el constructo societal
y cultural hegemónico 
actualmente vigente,
aunque incompleta, eso sí,
de esa otredad insuficientemente definida
como lo femenino
por un falso consenso 
anquilosado
por fuerza
desde la verticalidad más arbitraria
y solo posible
desde 
la imposición heteronormativa
con el muy concreto fin
de recontra-dinamitarle 
horizontalmente,
o al menos
deconstruirle
en sus mismísimos cimientos
de una vez y por todas
y a través de un discurso
que no excluya
la praxis lúdica
de esta mismicidad orgánica
a la que busco sumarte,
asumiendo muy a priori
mi condición
de persona 
falopropietaria eyaculante,
y en consideración 
muy a posteriori
de que cumples
con todos los requisitos
que precisa una persona somática
aspirante a la categoría 
falousufructuaria
para formar,
o mejor,
conformar
una nosotricidad más incluyente,
más sostenible,
más inclusiva
y un mundo mejor
con todos,
con todas
y para el bien
de todes.
@

TOLERANCIA

Una especie de ídolo de barro ha creado
y, sumiso ante él, se postra.

A ese ídolo lo llama tolerancia.

—Todos los males de nuestro mundo
han sido y son resultado de su ausencia—,
afirma con desenfado.

¡Viva, viva la tolerancia!

Así pues,
con el fin de ser virtuoso
hará falta aceptar todo y sonreír.

Tal es el credo 
del hombre postmoderno.
Observa complacido y orgulloso
a su ídolo de barro.

A imagen suya y semejanza lo ha creado.
@

LIBERTAD

No me acuerdo de esa primera vez
que oí tu nombre, libertad.

Habrá sido quizá por aquel tiempo
en que inocente portaba 
alrededor del cuello
una azul pañoleta
y juraba, como todos,
ser para ese futuro 
perfecto
(perfecto como solo 
puede serlo un espejismo)
réplica exacta 
de un guerrillero muerto 
en medio de la nada.

Tu nombre siempre estuvo unido
a la emoción con que mi abuelo me hablaba de su padre,
a todos esos relatos de los héroes
a los que un niño siempre sueña parecerse.

Como en ese famoso cuadro
donde guías al pueblo 
en barricadas de la ira,
así te vislumbraba quien yo era,
tan nítida y errónea 
como un recuerdo implantado:
una mujer terrible 
con los pechos al aire,
la cabellera ondeando 
como hermosa bandera
para alzar al que sufre 
y saciar al hambriento.

Libertad,
ese hermoso momento de redención
donde el esclavo se arranca sus cadenas.

Los poetas y cantautores hablaban de ti
en sus hermosas letras de glorias 
y porvenires indemostrables.

Fuimos educados en la idea
de que la vida solo tenía sentido
si se moría por ti.
Los que murieron en África
o en cualquiera de las guerras proxies
peleadas por y para los soviéticos,
los que han muerto en el mar
surcando el golfo de la desesperación
y han sido pasto 
de tiburones,
todos creían morir por ti.

Revisitando nuestra historia 
como país
a la deriva 
entre ambiciones de imperios,
no deja de asombrarme
y, muy a pesar de todo 
mi escepticismo,
ese amor loco que los cubanos te profesamos.

Por eso, la pregunta más jodida viene a ser:
¿Quién carajo eres tú, Libertad?

Hablamos todos de ti
y, claro, te invocamos sin cesar
como si fuese de la misma mujer que hablásemos,
sin percatarnos de que al final
ni siquiera estamos claros
de qué hablamos al hablar de ti.

Libertad,
intento recordar qué sentía yo 
al oír tu nombre
hoy, cuando 
ni siquiera 
estoy seguro
de que existas
o de que hayas existido 
alguna vez
como algo más que una figura
de la más vulgar retórica
para enviar a la gente al matadero.

Libertad,
eres solo una palabra 
de ocho letras
y un pasaporte.
@

TRISTE

No se trata de que tal o más cual líder,
por llamarle de algún modo,
sea un estúpido en sí mismo.

Se trata de que las masas
a las que ese susodicho líder representa
son cada vez,
y de un modo 
aterradoramente exponencial,
más estúpidas.

Eso.

Respuestas simples a problemas complejos.

Halagar los instintos de las masas.
Halagarlos hasta el punto
de que crean que es su voto o su sangre 
lo que cuenta.
Izquierda y derecha son lo mismo en este punto.

Una y otra simplemente 
se retroalimentan.

Triste.

Cuando llegas a entender esto,
es muy difícil mirar el futuro 
con algo de esperanza.
@

ARMISTICIO GRAMATICAL

No me molestaré cuando,
al hablarme,
en vez de utilizar el masculino,
el genérico masculino de nuestro idioma,
utilices ese imposible, artificioso 
y artificial sonido del arroba,
esa letra 
tan elocuente,
tal vez la equis,
para expresar un elusivo,
un aséptico neutro,
equis distante neutro
que, incluyendo a la a, no sea la a,
que, incluyendo a la o, no sea la o,
que, incluyendo a la madre y al padre de los míticos tomates,
no sea ni el padre ni la madre
y ni siquiera un tomate.

Lo prometo.

Escucharé estoicamente
y trataré de responder usando 
una, usando otra 
vocal,
de acuerdo a eso que mi 
muy limitada inteligencia 
me sugiera.

Lo prometo.

Y sí,
definitivamente,
las universidades y el 
aburrimiento 
hacen más daño que las bombas atómicas.
@

1989

Entendí de una vez
(si es que aún tenía dudas)
que todo lo que creía saber 
sobre el orden del mundo
no servía para nada.

Esa turbia religión disfrazada de ciencia
en la que hasta ese entonces 
había creído
estaba muerta para mí,
sin que por eso mi urgente necesidad 
de creer en algo
hubiese dejado 
de respirar a través mío.
Esa, mi sed de idealismo,
necesitaba compensarse
ante la falta de sentido en el mundo que vivía
y, en consecuencia y paulatinamente,
a través de los años,
he trasladado mi entusiasmo
a sucesivas deidades, 
suplementos de fe, 
tranquilizantes ideológicos, 
ídolos de barro.

No me excuso por ello.

Solo soy un ser humano,
aunque, a decir verdad, en la era digital
no seamos más que ceros 
inhumanos y unos 
(eso sí)
con ausencia de los otros.

La gente siempre dice que busca una razón para vivir.

No es la verdad.

Buscamos una razón para morir.

Tenemos miedo a la muerte,
como se teme a la noche,
como se teme a lo oscuro,
y ese miedo se burla de nosotros
todo el tiempo que negamos que él existe.

Ha sido un largo camino
hasta no creer en nada
más allá del amor de mis hijos.
@

DICEN

Dicen que ha vuelto el marxismo.

Lo proclaman jubilosos
los mismos medios de confusión masiva
que más preocupados debían estar.

Ese orden mundial
que se ha venido gestando con discursitos de esperanza
tan políticamente correctos
ya logró domesticar 
una versión de eso que llaman marxismo,
esa especie de cadáver insepulto
y maquillado con colores 
de pastel
y exabruptos controlados 
y subvencionados
es totalmente instrumental para el poder.

Marxistas de toda la vida se miran desconcertados
(aquellos lo suficientemente inteligentes 
como para percatarse de que algo 
no está del todo bien en el guion).
No pueden ni siquiera protestar,
el malvado capitalismo les quitó todo argumento
y ahora habla a través de ellos 
como un ventrílocuo.
Un algo demasiado parecido 
a aquella conversión 
del siglo tercero
de la era cristiana.

Tan peligroso como 
un peo en el viento.

O sea, tienen razón los que lo dicen,
pero no, y esto es lo más 
irónico,
del modo que creen y dicen.
En otras palabras, 
ese muerto no muerto
con tan buena salud
es la coartada 
del nuevo orden mundial.
@

EL MARX QUE NO MUERE

En algún punto de mi lejana infancia
encontré a Marx,
y a su más que inseparable amigo
trabajando juntos la edición 
de alguna obra trascendente 
para el progreso humano.
Siempre sentado en esta imagen
que nutrió mis falsas 
certezas ideo-ilógicas,
su barba hirsuta,
el ceño fruncido,
como no podía ser menos,
en aquel que devela las raíces 
del sufrimiento humano
y brinda su remedio,
cual fuego arrebatado 
a los dioses por aquel 
titán llamado Prometeo
a quien gustaba 
le comparasen, según dicen.
A su lado, 
un Engels de barba 
algo más disciplinada
mira absorto la belleza incendiaria 
de eso que ha escrito su amigo,
cuyo hijo bastardo hará pasar por suyo 
para salvar las apariencias,
porque está bien 
eso de ser un comunista,
pero no hay que exagerar.

Así los recuerdo en el grabado 
reeditado hasta la náusea
por el abracadante aparato 
de propaganda soviética.
Marx nunca tuvo la culpa 
de lo que hicieran los otros 
con sus ideas, nos dijeron 
tantas veces.

Marx nunca.

No llegaba a los veinte
cuando el muro cayó por su propio peso,
ayudado, claro está, 
por el esfuerzo humano.
Las estatuas de este par de intelectuales
se salvaron de un tilín.
Mucho se ha escrito al respecto
y tengo poco por decir que ya no se haya dicho.
Lo que sí resulta claro
es que no significó 
en modo alguno el fin de la historia
y mucho menos el fin de la histeria de la historia.

Hay un poco de Marx en cada intelectual.

¿Cuál de nosotros no sueña 
con rascarse los huevos irreverente
ante las buenas maneras
y despotricar un poco 
de este mundo tan injusto?

Ese es el Marx que no muere.
El arquetipo.
El parásito social,
el genio incapaz de trabajar con sus manos,
con cara de enojo perpetuo,
mantenido 
por su mujer y por su amigo,
vomitando 
su evangelio del odio
y regalándonos 
certezas en un mundo caótico,
el Marx que nos permite creernos superiores
a aquellos que no sean 
capaces de leerse 
El Capital enterito
para poder verificar 
cuánto hay de cierto
en eso que dicen de que él 
ya lo predijo.
@

OBRAS COMPLETAS

Cincuenta y cinco tomos
bellamente encuadernados
por la extinta y nunca bien ponderada 
editorial Progreso de Moscú.

Recuerdo la calidad de sus hojas,
seguramente pulpa de algún árbol de Siberia.
Un lustroso papel blanco 
con un gramaje exquisito,
y cubriendo 
cada una de las ilustraciones,
otra finísima hoja, 
como de seda, 
diría yo,
transparente y algo
materialista histérica 
como esa misma 
noción prepostmoderna del progreso 
a quien debía su nombre la editorial.

Yo crecí en la convicción
de que ese hombre,
aunque Dios no existiera,
era lo más parecido.
Lenin tomó su nombre 
de un río más allá de los Urales.
Los poetas le dedicaron poemas.
Los cantores le dedicaban canciones.
Ese hombre que nunca cedió 
al instinto reproductivo,
que toleró a su mujer y amó a sus gatos,
es el padre, sin embargo, putativo
atribuible, es decir, a millones 
y millones de vástagos
horfanados, engendrados 
por obra y gracia 
de un espejismo distópico.
Incapaces de entender
o al menos digerir la realidad,
esperan el regreso de un mesías,
otro mesías, de sangre y barro,
aunque no tenga la hoz 
y aunque le falte el martillo.

Esperan.

Hice todo lo posible 
por deshacerme de ellos (los libros).
Finalmente, un marxista catalán, amigo de un amigo,
se los llevó de mi vista 
(confíe en que para siempre).

Cincuenta y cinco tomos
que pesaban un cojón.
@

TRANSCAPITALISMO

Nada tiene que ver con el pequeño 
negocio del tiempo de los abuelos.
Nada de eso existe ya.

Por inercia mental lo sigues llamando capitalismo,
pero esto que vivimos tiene tanto de capitalismo
como un cadáver tiene que ver 
con esa vida que alguna vez contuvo.

Es otra cosa y no por eso mejor.

Como una serpiente que ha mudado su piel,
no defiende la familia ni la moral
y mucho menos la religión, la patria o las naciones,
todo eso que, según los eruditos, le era consustancial.
Por el contrario, esas son sus víctimas de diseño.
Logró cambiarlo todo para que nada cambiase.
Y sí, es absurdo,
pero funciona.

Se escuda detrás de la lagrimita retrospectiva,
detrás del "nunca más" y del "yo también",
detrás de la acción afirmativa,
detrás de las vidas que importan más que otras,
detrás de la cofradía de las víctimas,
detrás del eufemismo constante,
detrás de la empoderada clientelizada,
detrás de las minorías,
el vulnerable hecho a medida y la cancelación,
detrás del vandalismo autorizado,
la rodillita en tierra y el bobalicón "am sorry",
detrás de las disculpas y las reparaciones,
detrás de los derechos sin deberes,
detrás de la diosa tolerancia y sus múltiples amantes,
detrás de la neolengua,
detrás de la descolonización colonizante,
detrás de la teoría crítica de la raza,
detrás de los pronombres impronunciables,
detrás del aborto banalizado,
detrás de las escuelas decidiendo la decisión de tus hijos,
detrás de las caravanas financiadas de inmigrantes,
detrás de la democracia emputecida,
la democracia del número por el número y para el número,
detrás del relativismo cultural,
detrás del progresismo maltusiano,
detrás del etnonacionalismo,
detrás del género y las identidades,
detrás de las agendas,
detrás de las primaveras,
detrás de la ultraderecha y detrás de la infraizquierda,
detrás de los filántropos,
detrás de todo eso de lo que no se habla,
detrás de la mentira omnipresente.

Detrás…
siempre detrás.

Con tanto amor a la otredad,
a lo diferente,
a lo incatalogable, transgresor,
a lo fluido,
a lo líquido,
no es raro que el mismo “sistema” sea trans.
Toda resistencia es fútil
porque cualquier resistencia recibe patrocinio
de eso contra lo cual se rebela
o dice rebelarse.

¿Una farsa?

Sí, sin ir más lejos.

¿Cómo pudo pasar?

Es difícil saber
pero algo podemos deducir.
En algún momento entre el final de un siglo 
y el comienzo del otro
empezó esta evolución hacia el abismo.
Al final siempre todo habrá de reducirse 
a una lógica aplastante:
en todas las reinvenciones sociales 
hay perdedores y ganadores.
Un anciano que haya currado toda su vida
hará cola en un banco de comida
mientras pueda sostenerse.
Un teenager sin más mérito que haber desarrollado 
una app para tele-masturbarse
podrá vivir el resto de su vida
sin penurias ni estrecheces.
Del mismo modo que, ateniéndonos al dogma 
del materialismo histórico,
la esclavitud no sucumbió ante los esclavos rebelados
ni el feudalismo al empuje de las masas de siervos,
y como era de no esperarse,
los obreros (en el caso que nos ocupa),
no lograron suplantar al viejo orden burgués.
Así llegamos a este punto
de no saber ni dónde estamos.
Obreros en el sentido estricto
debes buscarlos donde se fueron las fábricas.
Es difícil destruir al mismo sistema
que emite los cheques de esas ayudas 
sociales o subvenciones
de las que tantos dependen.

Hoy, como ayer,
es imposible hacer una tortilla sin huevos.
@

TIBIRI TABARA

Como eunucos urgidos por un falo
que colocarse en el sitio 
donde no hallan sus vergüenzas,
así van por el mundo
(el tercero, el hambreado, el perpetuo colapsante)
buscando una excusa,
buscando esa bandera,
bandera de justicia 
que otros empuñarán por ellos,
los progresistas gringos 
y residentes amantes del oprimido.
Como el príncipe Gautama escapado del palacio,
quieren ver la miseria,
quieren vivir como el pueblo por un ratico.
Luego habrán de volver a su jaula de oro
a restregarle a esos, los otros privilegiados
que carecen de altruismo,
su indiscutible moral superiority.

Aclamados artistas,
eminentes profesores,
reconocidos intelectuales,
los sabios de nuestro mundo.
Profesionales todos del tibiri tabara.

Resistencia,
justicia,
revolución,
postcolonialismo.

Tales son las palabrotas que gritan
cuando eyaculan.
@

POSTMOFOBIA

Voraz,
el esperpento 
postmoderno 
cabalga.
Nada vuelve a crecer 
allí donde deconstruye.

La fuente abracadante 
teórica de todo discurso 
legitimatorio e intimidatorio,
supositorio 
de un poder que es discurso,
imperio del tropo 
para el cual 
la verdad no pasa de ser 
un concepto obsoleto,
indefendible,
indemostrable,
en desuso,
cabalga y recorre 
como un fantasma el mundo,
como un peo silencioso, 
de esos letales,
de los que no hacen ruido.
Se disfraza 
de Quijote 
aunque solo 
sea creíble 
su yelmo de Mambrino,
fabrica 
primaveras
y es docto en la teoría 
crítica de todo 
lo habido e imaginable.
Deshace 
los entuertos 
y las microagresiones,
generoso paladín de las doncellas 
deconstruidas y microvíctimas.
Es el amo 
del caos y nos vende 
seguridades patentadas
contra ese mismo caos.

Él, el diluyente 
más efectivo e implacable 
de todo lazo social,
nos distrae con su inventario 
de molinos de viento
y su circo de atracciones 
al que ha denominado 
pomposamente justicia,
aquel que, por principio, 
no cree en ella
en el colmo de su burla 
a esa tan
cacareada señora 
en tanto que constructo 
de un poder 
que se niega a sí mismo 
con el loable fin
de seguir siendo.

Nada tendremos
y seremos felices
porque nuestra misma felicidad 
llegará a definirla un algoritmo.
En su mano, un estandarte donde brillan 
tres palabras muy bonitas:
Inclusión donde decía Libertad,
Equidad donde estuvo la Igualdad,
y allí, donde dijo 
alguna vez Fraternidad 
dice hoy Diversidad.
Palabras 
conmovedoras sin duda.

Es fatal 
oponerse al progreso
—nos lo recuerdan ellos, 
los que establecen 
la verdad y la mentira.
Son el progreso
y, cerrando el silogismo,
se deduce en consecuencia 
que oponerse a sus pronombres 
esquizoides sea fatal
dado que es eso el progreso:
su visión.

Voraz,
el esperpento 
postmoderno 
cabalga.

Quien cabalgue con él
podrá contarse entre los elegidos,
los que viven en el lado correcto de la historia,
o mejor debí decir,
la posthistoria.
En el río dialéctico que fluye 
hacia la cuarta revolución industrial,
esa, la tan cacareada,
la que hará de nosotros 
los amos de unas máquinas
que tendrán el poder 
de aniquilar nuestra esencia,
oponerse al progreso es fatal
—ya lo sabemos,
pero al menos yo,
y aunque no sirva de nada,
me opongo.
@

LA LEY DEL PAYASO

Gotham City está en manos del payaso;
el payaso hace la ley,
reparte el pan entre la plebe
y Batman es su empleado,
aunque pueda eventualmente hacer 
declaraciones en su contra
y lanzar unos tiritos al aire
para que no pierda interés el circo.
@

NADA PERSONAL

Tal vez no existe conspiración
en el sentido de seis o nueve viejos 
más malos que el odio,
sentados a una mesa tejiendo 
la conquista del mundo
y dejando anotados 
en unos protocolos 
sus terribles ordenanzas
para, de paso,
facilitar a los buenos 
la tarea de descubrirlos 
y desenmascararlos.
Demasiado infantil.

Quizás es peor,
quizás se trate 
de la siempre aterradora
complicidad (conspiración)
de un poco de intereses demasiado 
poderosos para caer
y que confluyen,
con un algo de mucha estupidez,
entre las masas de borregos.
Respiran juntos.
Una conspiración tan obvia 
que transcurre a plena luz del día.
No está oculta,
nunca lo ha estado.

Nada personal.

Todo eso que ha dado sentido al mundo
tal y como lo conociste
es obsoleto y debe cambiar,
debe morir para el bien 
de todos... ellos.
Familia, religión y patria
son piedras,
molestas piedras en sus zapatos.

Nada personal,
compréndelo.
@

PASADO

Dices: «aquellos que no conocen 
los errores del pasado
parecen condenados a repetirlos».

Yo digo más.

Aun cuando los conozcas,
terminarás por repetirlos.
Libertad y seguridad son ideales excluyentes
y, en la búsqueda de uno,
las sociedades humanas sacrifican al otro.

Y digo más aún.

No existe una lucha más presente
que aquella de los partidos políticos 
por revisar el pasado
e imponer su versión de cómo 
se llegó a este momento presente,
de cómo fueron buenos, buenos, buenos
mientras los otros fueron malos, malos, malos,
porque de eso se trata en esencia:
de que la historia te haga un guiño para seguir adelante,
porque aquel que conquista el pasado
es el dueño del futuro.
@

KURDISTÁN

De los despojos del Imperio Otomano,
las potencias vencedoras prometieron 
otorgar a cada pueblo su lugar bajo el Sol.
El hombre enfermo de Europa parecía 
haber terminado felizmente su existencia.
De los despojos del hombre enfermo,
los árabes y turcos dibujaron 
sobre el mapa del mundo 
entidades nacionales.

Nadie pensó en los kurdos 
ni en su patria prometida.
Dividieron su tierra
y el mundo miró por una vez más en otra dirección.

Kurdistán:
muchas personas no saben dónde está ni les importa.

Ya tienen suficiente 
con esa porción de interés o compromiso
que dedican a aquellos a quienes 
los medios de confusión masiva 
consagran como víctimas.
Es cierto,
los kurdos nunca han logrado 
patentar ningún producto cool 
(estéticamente hablando)
para exhibir en los eventos solidarios.
Muy a pesar de su hermosa bandera,
nadie excepto un kurdo la utiliza.

A nadie parece importarle Kurdistán.

Y sin embargo,
hay tanta verdad en este pueblo
que ha resistido por muchísimo más tiempo del que tolera la memoria,
la crueldad y depredación de sus vecinos,
que uno no puede menos que anhelar a su doliente,
su desmembrada e ignorada patria
finalmente un lugar en el mapa del mundo.

El hombre enfermo está de vuelta.
No dio su último suspiro ni descansamos en paz.
Sólos, los kurdos le hacen frente
mientras nosotros miramos 
por una vez más 
en otra dirección.
@

LA PIEL

Nunca lo olvides:
el color de tu piel determina 
no solo que puedan discriminarte a causa de ella,
sino, además, lo más sorprendente,
puede implicar que un individuo,
al que tú como persona no puedes importar menos,
étnicamente blanco (si es que tal cosa existe),
exento de melanina,
de ideología,
pongamos progresista,
eso que llaman un social justice warrior,
con un problema sin resolver con sus ancestros,
incapaz de tolerar su propio privilegio
pero incapaz al mismo tiempo de vivir 
sin ese mismo privilegio del que abomina,
habrá de atribuirse el derecho 
de explicarte lo que debes sentir o pensar,
de decirte quiénes son o no tus "hermanos",
de educarte sobre el bien, sobre el mal,
de llamarte traidor, sin ir más lejos 
(si es que no estás de acuerdo 
y en perfecta armonía)
a ese color,
a esa cosmovisión pigmentaria
que, muy según él, te define 
en su catálogo pantone 
de opresiones y agravios 
sistémicos a erradicar.

¡Uufff!
Le ronca los cojones,
así de simple,
perdón,
quise decir colores.
Debe ser culpa del corrector...
@

KHALED

Su mutilado cuerpo fue colgado de una columna
para escarmiento de infieles,
musulmanes apartados de la "correcta" senda
y mayor gloria de "eso", lo que sea,
que ellos, los hombres y mujeres del DAESH,
en sus mentes primitivas y sus almas degeneradas,
llamen Dios.

Es difícil no odiar a unos cobardes
que asesinan a un anciano de 80 años.

El Estado Islámico le dio la oportunidad 
al doctor Asaad de salvarse
si accedía (si tan solo accedía) 
a entregarles los tesoros 
arqueológicos de Palmira.

—¿Por qué tanta terquedad, señor Asaad?—
—¿Qué pueden importar unas cuantas piedras rotas,
cuyo único destino se debate 
entre ser destruidas o vendidas?—
—¿Por qué negarse, doctor Asaad?—
—¿No se da usted cuenta acaso de que está escrito
el regreso de la ley y la espada del profeta?—
—¿No es acaso también usted un musulmán?—

Pero el doctor Asaad guardó silencio
y le cortaron su cabeza
y colgaron su cuerpo de la primera 
columna que encontraron disponible.

La atención del mundo, 
cuando se trata del Medio Oriente,
no solo es efímera
sino también muy, pero que muy selectiva,
y el doctor Asaad,
el valeroso e irremplazable arqueólogo
que dedicó su vida al patrimonio cultural de su país,
estaba solo frente a la muerte.

Colgaron su mutilado cuerpo de una columna,
pero el doctor Asaad vivirá todavía
cuando las vidas miserables de todos 
sus miserables asesinos
sean solo un rumor.
@

EL MIEDO ORIENTE

Se dijeron ellos mismos (tras conquistarla)
que su dios les había dado 
esa ciudad y esa tierra.

Los cristianos,
cuando la hicieron suya,
prefirieron olvidar que su mesías 
no era un invento propio
y culparon retrospectivamente a todos 
los judíos de haberle matado,
como si aquel no hubiera sido, 
a fin de cuentas, otro israelita.

Los árabes, astutos advenedizos,
al llegar y conquistar
se dieron cuenta de que no podían ser menos
y decidieron que su profeta 
se había ido a hablar con Dios
desde esa misma ciudad,
montado a un animal con cabeza de mujer,
y para rematar la broma recordaron 
ser ellos los descendientes del filisteo,
o mejor, aquellos 
habitantes originarios
de quienes los judíos tomaran esa tierra
que los tres ingredientes de este drama, 
por diferentes motivos, llaman santa.

Curiosa manera de entender la santidad,
la de unos y otros.

Así, mentira sobre mentira,
relato sobre relato,
muerto sobre muerto,
sangre sobre sangre,
piedra sobre piedra,
de este muro insoluble de odio y dolor
se construyó el miedo oriente.
@

LA CONDICIÓN HUMANA

Ya no soy tan joven
y este conflicto ya era muy viejo cuando nací.

La guerra es un círculo vicioso 
de muerte y venganza.
Lo sabemos
y, sin embargo, 
no deja de golpearnos.

Bestia, víctima o viceversa:
parecieran ser los polos
de la condición humana.

Bestia, víctima o viceversa.
Todo depende del momento 
de la noticia y de la masacre.

Bestia, víctima o viceversa.
Todo depende del momento en que se sea
una cosa o la otra.

Y es que la génesis de la bestia
es su propia y pasada victimidad,
puesto que el sufrimiento es un premio
que otorga impunidad y excusa,
exonera de toda culpa,
responsabilidad moral
o la más mínima empatía 
por los otros,
las victimas de turno.
Es difícil buscar humanidad 
en los ojos de una bestia
y sin embargo, la encontrarás
si eres capaz de mirar bien
venciendo la repulsión.
Habrá quien se ofenda 
porque he llamado bestia 
a su arquetipo 
de violencia justificada.
No me excuso.
Habrá quien incluso
probablemente responda:
—¿Por qué no te acuerdas 
de aquello que les hicieron a ellos
no hace mucho o les han 
venido haciendo 
desde la guerra aquella
del mes tal, año más cual?—;
sin que nos falte 
el inmediato resorte de otra voz
rememorando eso que hicieron 
ellos sobre los otros 
en tal o más cual fecha,
y ahí es que va a saltar 
como una liebre el susodicho
defensor de los ellos,
recordando amargamente
que hicieron a su vez los otros
en sangrienta respuesta a lo que ellos 
hicieran contra los otros,
y que aquellos hacían 
en respuesta no menos sangrienta
a lo que ellos previamente 
ya habían hecho contra los otros,
mientras los otros 
no hicieron más que responder 
a lo que ellos contra los otros 
habían hecho, y así, 
sucesiva, retrospectivamente
hasta el momento aquel en el que ellos 
no eran más ellos 
sino los otros.

Bestia, víctima o viceversa.
Todo depende del momento en que se sea
una cosa o la otra.
O ambas inclusive.
@

LA GUERRA DE LOS ÚLTIMOS DÍAS

Las banderitas 
de un pueblo y otro
se agitan en tu ciudad 
y en muchas otras,
mientras ellos 
(los militantes
de un lado y otro)
se enfrentan verbalmente,
buscando complicidad 
o simpatía para su causa.
La estrella de David 
versus la media luna de Mahoma
reciclada en melón 
rojiverde hasta la náusea, 
ataviada de kaffiyeh 
y puño en alto a la moda.
Símbolo contra símbolo,
narrativa contra 
narrativa.

Allá lejos
desde el río
hasta el mar
en un lugar 
que tal vez nunca
visitaré
los misiles,
el caos,
la barbarie,
los escombros y la muerte
para mayor gloria de un Dios 
que debe estar dormido.

Imágenes de niños que han muerto 
o han de morir,
y solo importan 
si son los niños de los buenos.
Imágenes de criaturas que han muerto 
o han de morir,
y que no importan si son 
las criaturas desechables de los malos.

Buenos, malos 
y otra vez buenos
y otra vez malos
y otra vez
¿quién lo define?

Artistas e intelectuales del mundo entero
romantizan una barbarie
que no pueden comprender
y mucho menos asumir.
La palabra justicia 
es como miel en sus labios.
Enjuician
aquello que no tendrían
estomago de afrontar.
Condenan
decisiones que nunca
habrán de verse forzados a tomar.

La palabra justicia 
tiene ocho letras,
siempre en primera línea 
de la consigna.

La palabra justicia 
es octosílaba.
Palabra llana.
No se acentúa.
@

JUSTO AL MEDIO

Si un niño tira una piedra 
contra un tanque
y tú lo ves 
estando, como estás,
lejano, a miles de kilómetros 
del lugar donde eso ocurre,
no es solo porque su padre 
lo permita (en el supuesto caso 
de estar vivo),

sino porque además 
un periodista estuvo allí,
casualmente, agazapado 
tras su cámara,
e indicó, sugirió, le hizo saber 
a esa criatura 
cómo hacer para quedar inmortalizada 
para mayor orgullo de su pueblo y su causa,
en una imagen que todos vemos 
justo al medio de la composición
y lograr una foto realmente inspiradora
para que conozca el mundo 
el valor de ese niño, 
la barbarie de aquellos 
militares en ese tanque de guerra
que a pocos metros se dibuja 

justo atrás
(justo adelante),
injusto al medio
de comunicación,

y cuán terrible 
situación la de ese sitio
donde un valiente periodista puede 
no solo poner en peligro 
la vida de una criatura
sino captar el momento para genuina 
satisfacción de tanto pero tonto consumidor 
sediento de heroísmo subrogado,
detenido en el tiempo,
perpetuado, con toda nitidez,
en el mejor de los ángulos posibles,
una foto demasiado 
perfecta para ser 
perfectamente casual 
(después de mil repeticiones 
no existe lo espontáneo),

justo atrás 
(justo adelante),
injusto al medio 
del lanzador de piedras

y poder regresar sin un rasguño 
a su zona de confort,
lejos, muy lejos,
y tal vez hasta ser galardonado.
@

ARMAS

Si partimos de que en política 
nadie dice la verdad,
algo tendremos claro para empezar.

Por eso me desconcierta el extraño argumento
de que unos digan la verdad por la misma razón 
que mienten otros:
porque esa tierra 
“les pertenezca”, según dices.

Si te digo que Pinocho no come cerdo,
seguramente te sentirás ofendido
y sin embargo, es verdad.

No importa,
no emito juicios de valor,
solo constato 
el hecho de que taquiya y hasbara
son productos similares,
armas contra un adversario 
por y para un público 
que somos todos nosotros,
los infieles,
los goyin o los kufar de todo el mundo,
los comedores de puerco,
los tontos útiles,
los que en el fondo no tenemos 
ya ese estómago de nuestros antepasados
para ver tanta sangre,
sea cristiana, halal o kosher,
sin inmutarnos,
sin buscar una razón,
sin encontrarla.

Armas verbales,
intangibles,
sintácticas,
armas como la media verdad,
como la media mentira
y como la media luna.

Complicidad,
solidaridad 
son palabras que riman.
@

CUBA

La respuesta va a ser que está peor.

Cuando preguntes sobre la isla
donde nacieron tus padres,
donde murieron tus abuelos
y donde 
no van a morir ni tú, ni tu dolor,
y mucho menos tus hijos,
la respuesta será que está peor.
Así, sin paliativos.
Está peor, rotundo y simple.
Por eso ya ni pregunto.
Lo dicen todos los que salen.
Lo disimulan todos los que ahí siguen.

La misma respuesta,
año tras año,
desde el día que te fuiste.

Alguien más que conoces 
se habrá muerto,
algún otro balcón se habrá caído,
alguien más que no recuerdas 
habrá logrado marcharse
y ahora mismo, en algún sitio 
del ancho y ajeno mundo,
pensará en Cuba,
esa herida que no cierra
y que llevamos en el pecho.
@

DESOBEDIENCIA

Lo que el "pueblo cubano" 
ha demostrado precisamente
es que no existe tal cosa 
como un "pueblo cubano" 
en el sentido que muchos lo imaginan,
del que puedes hablar en singular,
como apéndice obediente del poder:
muñecos de cuerda programados para aplaudir,
gritar consignas contra quien se les ordene
y regresar, obedientes, al cajón de los juguetes.

Al menos eso ya se terminó.
Tendrás que usar plural, te guste o no.

Parte de esos muñecos ya no aplauden, 
tiran piedras.
Parte de esos muñecos gritan consignas 
contra quien les parece.
Parte de esos muñecos reclaman su identidad
como personas que pueden estar o no de acuerdo,
que pueden llegar a ser desobedientes.

Otra parte, por supuesto, 
habrá de seguir igual,
como en todos los gobiernos,
como en todos los países,
como en todos los pueblos.
@

DONDE DUELE

Pienso en personas como mi madre
que ofrecieron, olvidándose de ellos mismos,
lo mejor de sus vidas (hasta perderlas)
a ese proceso que muchos denominan 
revolución cubana.

No me refiero (que conste) a los tantos 
vividores y aprovechados,
los sinvergüenzas de toda la vida,
esos que hoy tienen 
lo que tenían que tener.

Hablo, muy por el contrario, 
de ese creyente honesto,
ese infeliz que terminó por ser 
la víctima principal de una falsa deidad 
y su mesías grandilocuente,
ese del que hoy descansamos 
mientras sueña 
lo que le queda de muerte 
bajo una piedra.

Ustedes, seres queridos, murieron a tiempo.
No llegaron a ver que esa patria
a la que tanto amaron
terminaría por convertirse en una finca 
con traspaso de propiedad incluido.
@

COMO SATURNO

No sólo terminó como Saturno 
por devorar a sus hijos 
la señora Revolución.
La pobre anciana antropófaga
 
tenía tanta, 
pero tanta voracidad,
que ni siquiera perdonó 
a sus mismísimos nietos.
@

EN LA ISLA DE SIEMPRE JAMÁS

(A mi inolvidable suegra platónica, Lourdes Pastor, que en paz descanse.)

Vivo en la isla de Siempre Jamás.
Creí que me había ido, pero es mentira;
vuelvo en mis noches sin tener 
que actualizar el pasaporte.

Vuelvo a mi país lleno de ausencias,
vuelvo a mis ausencias 
tan llenas de país.

Despierto y otra vez 
la realidad me juega una mala pasada.
Como una broma grotesca,
como orinarte en la cama,
como caerte de bruces o despingarte, 
loma abajo, en una bicicleta.

Así de simple.
Habito en un confín boreal del mapamundi 
en el que nunca pensé morir.
Casi es seguro que así sea más tarde o más temprano, 
si es que existe la entropía.

Vivo, si así puede decirse,
con el corazón íntegro, dolido, 
genuinamente extirpado,
con las venas ancladas a ese otro mapa,
el que traza la memoria afectiva.

No fantaseo con volver; nunca me he ido.
En realidad, nunca me fui de mi terco país,
de los muertos que amo nunca he partido.
Fue tan solo mi cuerpo.

Vivo en la isla de Siempre Jamás.
@

A SANGRE Y FUEGO

Aún, tambaleándoseme 
el credo comunista de mi infancia 
y temprana adolescencia,
pregunté a mi padre 
si todo aquello 
que estábamos viviendo 
(el colapso del imperio soviético)
no era el fin "de los sueños".

(Sí, reconozco lo estúpido 
de semejante frase, no me disculpo,
todavía mi lengua no se había emancipado 
de ese pajizo, melodramático vocabulario
implantado en mi cabeza a sangre y fuego).

Y él me respondió con una simple, 
demoledora pregunta:
«¿Por qué hay que seguir soñando?»
@

NUMISMÁTICA

En el billete de un peso
siguen entrando 
a La Habana 
los barbudos.
Lugar con el que aún, 
de vez en cuando, 
sueño.

No era aún la ciudad 
de paredes exhaustas,
de pigmentos desleídos,
de columnas ausentes 
y letreros orwellianos.
No era aún la postal 
de esa extraña posguerra,
de balcones inminentes,
de derrumbes anunciados,
no era aún los escombros 
ni la grieta en el sueño,
pero el mar, nuestro mar,
era el mismo.

Mucho antes de existir 
ese gris regodeo,
esa mueca esteticista 
en lo precario,
ya La Habana 
era su ejemplo más perfecto.
Mucho antes
de que nuestra 
civilización 
occidental accidental
nos camuflase 
su creatividad perdida 
con nostalgia
o eso que llaman en inglés 
distressed style,
fuese un grito en la moda,
ya la urbe era la sombra 
de un algo que alguna,
no muy lejana vez, había sido.

Bastantes de los que hoy 
son llamados gusanos
reclamaban paredón para los otros.

Hay quien dirá que fue 
una fiesta luminosa,
y habrá quien recuerde 
una orgía algo macabra.
Los hijos de los unos 
y los hijos de los otros
no habíamos nacido.
Y sí, con toda seguridad,
de haber estado vivo 
yo habría sido otro rostro,
uno más, quizá uno menos,
grano de masa sin nombre 
desfilando en el billete
hacia la patria, 
hacia la muerte.

No era aún la nostalgia 
de los carros del 50,
pero el mar, nuestro mar, 
era el mismo.
@

AFUERA

Afuera.
Así llaman mis paisanos 
al mundo que se extiende 
más allá del Malecón.

Por el ojo de una cerradura
recrean con fragmentos 
de su propia imaginación
y las medias verdades 
y las medias mentiras de los otros
su imagen del mundo.

Ha pasado tanto tiempo...
Mis ojos se cruzan con otros ojos que buscan.
Tienen esa insolencia 
tan afable de la gente de allá.

Escucho y la voz confirma mis sospechas.

No había tantos cubanos cuando vine 
hará ya veinte inviernos —les comento.
Las balsas no llegaban tan lejos —bromeo.
¿Te gusta? —me preguntan.
Uno se adapta —miento.
No quiero sabotearles el coraje
y, además, no son intelectuales.
Se merecen una vida tranquila 
y sin preguntas.
Llevan poco tiempo.
Confían en poder sacar a la familia.
Ojalá que lo logren.
De corazón 
les deseo buena suerte.

Yo también dejé mi casa para siempre
con la tímida ilusión de que ese siempre
no me fuera tajante
cuando un pájaro gris 
de metal
cumplió mi sueño 
de llevarme a conocer 
cómo era el mundo afuera.

Hay quien dirá que Cuba es un paraíso
(un paraíso en el que, 
por supuesto, 
no querrán vivir).

Hay quien dirá que Cuba es un infierno
(cómoda referencia de fracaso para unos,
indirecto y cínico beneficio para otros).

Hueco negro, 
hueco blanco,
piedra 
y camino 
para mí.

La gente solo busca confirmación 
de lo que piensa o cree saber.
Yo digo que es todo eso y más.
Yo digo que es simplemente mi país
y la pregunta más que probable 
de mis hijos.

Y digo que la verdad es mucho más,
pero muchísimo más gris
que el fuselaje de ese avión 
en el que vine 
a este lugar llamado afuera.

Y si buscaba libertad cuando me fui,
la única que he podido conquistar
es la de no verme forzado a decir
lo que los otros puedan querer 
o necesitar que yo diga.

Tuve el raro privilegio,
el privilegio macabro,
de nacer y vivir en una 
distopía analógica
y de asistir contra mi voluntad
al nacimiento de otra 
digital y globalista.

Podría escribir un libro al respecto,
pero nadie (ni siquiera yo mismo) 
querrá leerlo.
@

DISTOPÍA

Franquicias,
victimidad a buen precio
para quien quiera comprarla.

Una forma de vida.

¿Quién pudiera resistirse
a semejante oferta?

Distopía en progreso,
por no decir,
progresista.
@

CORRECCIÓN

Valiente mierda
crear un circunloquio
uno tras otro,

suponer que has logrado
cambiar el mundo
por cambiar el lenguaje.

Vivir de eufemismos
para morir de realidades.
@

POLÍTICA

Dícese
del arte
de alcanzar fines
muy personales
con pretexto 
del bien común.
@

ESTADO

Cuestionarse
el carácter represivo del Estado
es algo similar
a cuestionarse
la probable utilidad
en los colmillos de un tigre.
@

CUBA Y SUS AMIGOS

Cuba,
ese país imaginario,
tiene muchos amigos.

La necesitan,
ella es su excusa.

Cuba es eso:
una bandera
de un algo que solo existe
en el sueño de sus amigos.

Los cubanos,
para ellos,
son parte del decorado
de ese sueño.

Los cubanos,
ese país real,
el de adentro,
el de afuera,
sólo se tienen
de amigos
a sí mismos.
@

DINÁMICA

Extraña dinámica
la de una revolución:

devora a sus hijos
antes de terminar
por devorarse a sí misma.

De cualquier modo,
es historia,
es histeria pasada.

Absorbe,
no absuelve.
@

POR UN MUNDO MEJOR

Ya no lo espero
ni lo busco.

Me conformo
con que el que existe
no vaya a más.

Eso se llama experiencia.
@

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